Capitulo 12

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La mañana llegó a la misma hora y no dió tregua a su noche sin dormir. Cerca de las 4 am, escuchó a su madre llegar nuevamente a casa y a partir de ese momento no logró conciliar el sueño otra vez.

Pensó en la innegable hipocresía de aquella mujer, pero la justificó, como hacía con todos.

A sus 37 años debía ser duro ya tener dos hijos mayores y un divorcio en su historial. Las expectativas que cargaba en sus hombros seguro eran el detonante de su humor tan cambiante y de su ausencia. Arataka consideró que no le hacía falta nada, todo lo que pedía se lo daba aquella castaña, sin embargo, en vez de una scooter en navidad hubiese preferido un poco de atención o una plática amena. Aún no sabía si en realidad era gay, pero una orientación materna le hubiese servido más que las explicaciones que encontraba en internet.

Reigen Arataka tenía la vara muy baja para medir a todas las personas, siendo él, la única excepción. Dejó su cama y se dirigió al baño para comenzar su rutina matutina.

No deseaba ir a la escuela, pero tampoco tenía ánimos de estar en casa justo el día de descanso de su madre y concluyó que huir donde Mogami sólo complicaría más las cosas con el pelinegro.

Se miró al espejo, la marca roja de la bofetada estaba tomando un color verduzco casi morado. Tomó base y cobertura, la cubrió como pudo... tenía años de experiencia, no entendía por qué le gustaba golpear justo en su rostro. El chupetón en el cuello también lucía prominente, aunque eso era extraño, su amante no solía dejarle marcas; además no se percató cuando fue y tampoco le dolió. Debió ser a causa de la excitación que tuvo durante todo el encuentro. Se avergonzó nuevamente por caer presa de sus deseos y su falta de autocontrol.

Colocó un apósito para cubrirlo, no podía poner maquillaje en esa zona porque mancharía su camisa blanca.

Observó su reflejo y no le gustó del todo, tal vez ese peinado de raya en medio ya no le favorecía, los 17 años habían dejado atrás aquella mirada infantil. Aunque si lo pensaba bien en realidad ya no le agradaba desde hace al menos dos años. Tomó las tijeras y abrió Mobtube en su celular.

Un tutorial para realizarse un flequillo llamó su atención. Se puso en marcha, cortó con cuidado hasta que el resultado le agrado.

– Bien, la vida sigue – Ahora debía pensar en su futuro, al ser mayor de edad podría mudarse a otra parte y olvidarse de los problemas familiares.

También tenía trabajos que terminar y una fila larga de asesorías que dar. Al fin y al cabo Arataka también tenía negocios qué atender y el desprecio de su madre no lo detendría. Nunca lo había hecho.

El mensaje de Mob lo dejó pensando, ¿a qué se refería con que lamentaba que su hermano fuese grosero? Siempre lo era... Trató de no llegar a conclusiones y atinó a pensar que tal vez finalmente Shigeo aceptaba que su hermano era un pequeño doberman que cuidaba de él.

Lo que no sabía el rubio, era que la noche anterior, Ritsu confesó su crimen. Le contó a su hermano mayor lo que le había dicho a Reigen, acerca de cómo le mintió para sacarlo de la ecuación y Shigeo más allá de molestarse, comprendió a su hermano. Él haría lo mismo si lo viera llorar, o quizás haría algo peor.

No tenía ganas de desayunar, aunque no había cenado la noche anterior y su cuerpo resintió la inanición. Decidió comprar un café rumbo a la escuela y comprar un bento de la tienda de autoservicio.

Comenzó a anudarse los zapatos cuando el sonido de una puerta lo puso en alerta.

– ¿Te vas tan temprano Arataka? – preguntó su madre con un semblante apenado adornado de prominentes ojeras.

Lirio ArañaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora