CAPITULO 94:

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DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (LEELO ANTES DE EMPEZAR)

* PBRO: Abreviación de Presbítero. Es el titulo que se le da a los sacerdotes cuando se ordenan.

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No pensó que esconder un secreto hasta bien entrada la noche sería tan difícil. En las nubes aun sin acabarla de creer, le había ayudado a su tía a poner bonita la casa y hacer el almuerzo. Habían ido juntas a comprar algunas cosas para la sorpresa de Abel cuando volviera, y de paso al recoger los niños a la escuela, Ismenia la había llevado a la iglesia cercana de la casa, para dar gracias a Dios por esa vida en su vientre. De rodillas mientras miraba el sagrario, y aferrando su medallita de la milagrosa le había agradecido todo lo que ahora era y poseía, le había entregado esa pequeña vida que crecía en su interior; y también llorado desahogando sus miedos y pidiendo perdón por si en algún momento a sus dos niños les había fallado como madre, no los había protegido, o incluso se sintieron como ella cuando era niña.

Luego en la tarde dejó la sorpresa en el baño porque sabía que Abel regresaría cansado y derechito a darse un baño, y aguardó con paciencia. Él llegó dando las cuatro de la tarde bastante animado, y solo cuando Emi y Jerónimo lo soltaron, corriendo con sus regalitos y dulces de vuelta a la mesa del comedor, ella pudo saludarlo como correspondía. La levantó unos centímetros del suelo al alzarla en sus brazos tras descargar la maleta. Un dulce beso como anuncio de lo mucho que se habían extrañado.

—Al fin te tengo entre mis brazos otra vez—le susurró el al oído.

—Yo también te extrañé—fue su respuesta.

Los cuatro le habían extrañado, sin contar en esa suma a la tía.

Se apartó para verlo a los ojos, quitándole unos cabellos del rostro, y le encantó notar la dulzura con que la miraban

—¿Y bien? —fue lo único que pudo preguntar a la duda que durante esa semana la había rondado.

¿Estaban en problemas o ella podría respirar aliviada?

Abel le sonrió y con eso le dijo todo. Luego sacó un pequeño documento del bolsillo de su chaqueta y se lo pasó.

—¿Qué dice? —frunció el ceño ante las letras chiquititas y una firma elegante al final de la hoja

—Léelo—él le acarició la barbilla con ternura—mi pequeño ratoncito de biblioteca. Para eso estuvimos horas en la oficina de la casa cural, juntando letricas.

Ella sonrió emocionada y alejándose unos pasos de el para leer la misiva.

"Por el presente documento... el siervo y Pbro. Abel Cardona Escobar, identificado con cedula... yo, su santidad Juan Pablo II después de Cristo... dictamino que... aprobación de la licencia... a partir de este momento...

Levantó la vista del documento al poder acabar de leerlo rápidamente y con la noticia que tenía frente a sí. Abel tenía sus ojos con lágrimas como los suyos.

—Aprobada—susurró ella.

—Aprobada—le contestó él

Y sin más aferró el papel en la mano y corrió, arrojándose a sus brazos, dejando que el la estrechara en ellos. Que le cubriera el rostro de besos.

Él era libre.

Suyo.

Podría casarse por la iglesia.

Unirse al fin ante Dios.

Ese larguísimo año e incierta espera había terminado.

—Soy todo tuyo—le susurró entre besos—no más pecado, no más amantes, ni un solo matrimonio por lo civil—la sujeto de las mejillas y ella no pudo dejar de llorar—Dios nos ha dado su bendición.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora