"Recuerdos y Revelaciones"

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"En la mitología griega, el río Lete fluye a través del Hades, y aquellos que beben de sus aguas olvidan su vida pasada. Al igual que el río Lete, los recuerdos de Joans se han desvanecido en una corriente de olvido."

Londres, Presente.

Jezebel

Jezebel se quedó inmóvil en el umbral de la puerta, observando cómo Joans salía de su apartamento con una expresión de resolución en su rostro. El eco de sus pasos descendiendo por las escaleras resonó en la habitación vacía, dejando tras de sí un silencio abrumador.

La sensación de vacío se instaló en su pecho, y Jezebel sintió cómo las lágrimas amenazaban con desbordarse. Respiró hondo, obligándose a mantener la calma. Las fotos seguían en sus manos, aquellas que había querido mostrarle a Joans. Fotos que podrían haberlo ayudado a recordar, a entender su conexión.

Con manos temblorosas, dejó las fotos sobre la mesa y se dirigió a la ventana. La ciudad seguía su curso, ajena a su dolor. Observó a Joans alejándose otra vez y sintió que una parte de ella se iba con él. Sabía que tenía que ser fuerte, que no podía dejar que esto la derrumbara.

Pasaron las horas y la oscuridad de la noche comenzó a envolver la ciudad. Jezebel intentó distraerse, pero cada ruido, cada sombra le recordaba a Joans. Se había refugiado en sus pensamientos cuando un destello de luces llamó su atención. Miró por la ventana y vio el coche de Joans aparcando frente a su casa.

Su corazón latió con fuerza. ¿Qué estaba haciendo de vuelta? ¿Había cambiado de opinión? Jezebel bajó rápidamente las escaleras y abrió la puerta principal, encontrándose con Joans de pie junto a su coche, mirando su casa con una expresión de duda y determinación.

-Joans -dijo Jezebel con voz temblorosa, dando un paso hacia él.

-Lo siento -Joans bajó la mirada, su voz quebrándose-. Lo siento por todo, Jezebel. Por irme esta tarde, por cómo te traté los días que viniste a buscarme. Fui horrible contigo, y lo lamento tanto.

Jezebel sintió un nudo en la garganta mientras las lágrimas comenzaban a deslizarse por sus mejillas. -Joans, no...

-Por favor, déjame terminar -Joans levantó la vista, y Jezebel vio el brillo de las lágrimas en sus ojos-. No puedo creer que te haya olvidado. No puedo creer que te haya tratado así cuando tú solo intentabas ayudarme. Lo siento tanto.

Los dos permanecieron en silencio por un momento, dejándose llevar por la intensidad de sus emociones. Joans dio un paso hacia adelante y tomó las manos de Jezebel, sus dedos temblando.

-Te he lastimado tanto, Jezebel. Y cada vez que pienso en cómo te alejé, en cómo te ignoré, me odio a mí mismo. Tú no merecías nada de eso. Tú... tú creo que eres importante para mí, aunque no lo recuerde. Lo siento tanto -su voz se quebró, y las lágrimas comenzaron a caer libremente por su rostro.

Jezebel no pudo contenerse más. Se acercó a Joans y lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo él correspondía al abrazo con desesperación. Ambos lloraban, liberando la tensión y el dolor acumulados.

-Por favor, perdóname -susurró Joans, su voz apenas audible contra el hombro de Jezebel.

-No sabes cuánto esperé este momento, Joans..., no sabes cuánto me dolió todo lo que me dijiste aquella noche en la azotea y la última noche que pasé en el pueblo -respondió Jezebel, sus palabras entrecortadas por los sollozos.

Joans la miró con dolor en los ojos, sus manos temblando mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

-Lo sé, Jezebel. En ese entonces, para mí, eras una desconocida. No entendía quién eras ni qué significabas en mi vida. Pero cuando te fuiste del pueblo... -Joans hizo una pausa, su voz temblando por la emoción-. Empecé a soñar contigo cada noche. Eran sueños tan vívidos que no sabía si eran recuerdos o simplemente mi mente jugándome una mala pasada.

Ecos de un Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora