Mi vida no gira en torno de nadie. Soy dueña de mis horas y de los desperdicios que quiera hacer del tiempo que las conforma. Quiero decir una absoluta verdad: la amistad, como el amor, es sólo comercio.
Me duele que nada es sincero. El mundo me recibe con suéteres de espinas y yo corro directo hacía esos abrazos dolorosos... completamente sola. He repartido mi confianza entre muchos, donando mis mejores consejos y besos sanadores de heridas a caras dobles.
Sin embargo... te extraño.
Hoy te vi, desde tres pisos arriba de ti. Parecías feliz, tus movimientos demostraban lo conforme que estabas con el momento. ¿Piensas en los días que yo te daba la comodidad y confianza que tanto buscabas? Espero que sí, aunque lo que más quiero es que me olvides.
Salir de la vida de una persona es tan fácil comparada con la manera en que peleaste para entrar, para hacerte un buen lugar entre las pesadillas oscuras que rodean su vida; hacer brillar el día para alguien que lleva la luna sobre la cabeza es complicado... Pero yo tengo la consciencia limpia: te hice reír, te hice gozar cada instante que compartiste conmigo. No me puedo arrepentir de haber estado tu lado, Dios me puede secundar. A pesar de esto, te debo ser sincera: sí me arrepiento de haberte conocido.
Las mejores amistades terminan en dos corazones egoístas, volteando la cara cuando se encuentran por las concurridas calles, haciendo caso omiso del temblor que ataca sus manos. Oh, si tan solo pudiera decirte cuánto te quiero.
Buscas atención. Lo sé desde que vi tu reluciente cara entrando al agujero negro que llamo vida. Tu ego te ha llenado la cabeza con tontas imágenes mías corriendo a tus frágiles brazos, esos que un día fueron mi paño de lágrimas y el calor en mis días de invierno. Mi ego se ríe de ti, de tus intentos de nuevos amigos, los baratos reemplazos que tú sabes que nunca podrán llenar mis tenis sucios, o suplir los chistes malos que únicamente yo podía contar.
Llora. Eso quiero. Llora porque nuestra amistad fue verdadera pero falsa, de plastico, marchita. Tan débil que un hilo deshizo lo que cinco años formo; cinco años y unos cuantos meses completos de secretos, noches de desvelo con horas de revelaciones de nombres que fueron un chiste en la vida de ambas...
Hoy te vi y te odie más porque aún te quiero.
Vive tu vida, que la que habíamos formado tú y yo ha muerto.