Oscuridad

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La oscuridad me envuelve en lo profundo de la recámara; yo no hago más que entregarme a ella. Tomo la taza que se encuentra a mi costado, la ventana ya no ha de traspasar luz, pues el tiempo ha pasado, el sol se ha ocultado y la luna está ausente. Sorbo sin dejar de ver el exterior, hasta que suspiro y decido cerrar los ojos.

Su toque, me hace falta su calor, la sensación de tenerlo. Dejo la taza sobre el mueble y me acomodo nuevamente, abrazando mi ser. ¿Cómo puedo vivir sin él? Siento como si hubiera sido ayer que lo conocí, como si no hubieran pasado años de nuestro encuentro.

Charlie me dijo que volvería, pero... Pero... Solo atino a ejercer más presión en mi consolación, el labio inferior tiembla al igual que el entrecejo, lágrimas amenazan con salir.

Recuerdo que en aquella época me sentía enojado, muy molesto, ¿cómo alguien tan pequeño y adorable puede ser más poderoso que yo? ¿Cómo puede estar más arriba que yo? Ser más que yo. No podía aceptarlo, por ello es que quise molestarte con tu hija; grande fue mi deleite al ver tu rostro deformado en enojo, pero no era suficiente, quería más.

Desgraciadamente Mimzi nos interrumpió, aun así, me negaba rotundamente a aceptar la diferencia tan abismal de jerarquías, por lo que opté por medirme con Adam. Sin embargo, mi orgullo fue grande, me confié, casi muero por no recordar que mi poder estaba atado a otra entidad.

Te diste cuenta de mi herida, me sanaste; descubriste la cadena en mi cuello, la rompiste; supiste que te traicionaría, me dejaste, aunque casi te cuesta la vida, me perdonaste; viste a través de mí, uniste todas las partes de este ser y me armaste.

Con todo eso, ¿cómo no amarte?

Me pediste que no lo dijera, que no lo hiciera, que no te amara. Esa primera vez que me abrí contigo, que fui genuino, optaste por lastimarme. Y lo comprendí, tu esposa, tu hija; habías recuperado tu familia perfecta, no querías perderla.

Acepté, solté esa mano que me acariciaba con delicadeza, agradecí el hecho de haberme escuchado y me marché. Fue doloroso, por supuesto, opté por irme del hotel. No me necesitaban más, quería pensar, autoanalizar mi situación sentimental, tranquilizarme, porque no quería perderte.

Lo que pasó ese día es muy claro todavía. Una mañana cualquiera, me levanté para empacar todas mis cosas, recorrí por última vez mi amado bosque antes de hacerlo desaparecer; todo resguardado por mis sombras. Recorrí el establecimiento con nostalgia, observando cada ventana, puerta y decoración que adornaba la estructura. Hasta que me detuve en una gran pintura, situada en la pared que daba a las escaleras principales. Eras tú, tan sonriente, tan hermoso; pero no estabas solo, Charlie y Lilith te acompañaban. Justo llegó tu criatura a desearme los buenos días.

Desayunamos todos juntos, fue muy cálido. Nunca supe si fue solo por costumbre o porque de verdad querías hacerlo, pero te sentaste a mi lado, junto con tu mujer; y aunque no me prestaste atención, debajo de la superficie, entrelazaste nuestras manos como siempre lo hacías. Disfruté la sensación, sería la última vez que la experimentaría.

Una vez terminado el almuerzo, te despediste de nosotros, abriste un portal para regresar a tu hogar, pasó Lilith y antes de cruzar, volteaste para abrazarme, como si no quisieras dejarme. Te separaste con un "regreso mañana", me guiñaste y desapareciste; por lo visto no te irías por mucho tiempo, pero yo sí.

Me despedí de todos los presentes, al preguntar sobre mi itinerario de ese día, le contesté a Charlie que iría a resolver algunos pendientes. Su mirada era triste, como si supiera que no volvería, aun así no me retuvo; solo me abrazó y deseó buen viaje. Fue como salí para no ver atrás.

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