𝐋𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐠𝐮̈𝐞𝐧̃𝐚 𝐧𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐣𝐨́

ᴘʀᴇsᴀɢɪᴏ

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En un pequeño pueblo a las afueras de la ciudad; descansando sobre la cúspide de aquella morada, un ave de gran tamaño resaltaba entre los nítidos colores cálidos que acompañaban al atardecer; su plumaje blanco se movía al compás de las ventiscas que azotaban con fuerza aquel lugar; emitiendo ruidosos crotoreos con su pico; parecía querer comunicar algo con su sola presencia; cómo si el ave fuese capaz de presagiar el futuro; perduró en aquel tejado, hasta que su propósito fuese escuchado.

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Regresando tarde del trabajo; colgando de sus manos, traía varias bolsas con los víveres que había pasado a comprar al supermercado más cercano a su hogar; llegando tarde para cocinar la cena; aquella noche se encontraba en particular de muy mal humor, gracias a un altercado que tuvo en el trabajo; quería llegar lo antes posible a su habitación, pues últimamente se había estado sintiendo enfermo; razón por la cual también se encontraba demasiado molesto; él no sufría de constantes enfermedades, consideraba que tenía un buen sistema inmunológico, entonces no podía entender, porqué de un momento a otro, comenzó a manifestar aquellos molestos síntomas en todo su cuerpo.

Estando frente a su hogar, de mala gana comenzó a buscar las llaves entre los bolsillos de su chaqueta, pues del enfado, había olvidado en qué parte de está las había guardado; rebuscando entre las bolsas de sus compras; su cabeza punzaba al llevar más de cinco minutos tratando de encontrar unas simples llaves; queriendo gritar de la frustración; el fuerte aleteo de un ave se hizo presente en la inmensidad de la noche, llamando de inmediato su atención; alzó la cabeza intrigado por haber escuchado aquel animal posado en su techo.

Tratando de encontrar la fuente de aquel sonido, retrocedió unos cuántos pasos para alcanzar a tener un mejor panorama de todo su tejado; debido a que la noche se había puesto desde hace un rato, la oscuridad consumía la mayor parte de las cosas, impidiéndole ver más allá de lo que los faroles públicos podían alumbrar; fastidiado de no poder distinguir a ningún animal, quiso seguir con lo suyo, cuando el ruido producido por algún pico llamó de nuevo su atención; posando de inmediato su vista en el tejado, recorrió con la mirada cada rincón de este en un intento de poder distinguir alguna silueta, pero no fue hasta que su vista se posó en un extraño bulto cerca de su chimenea que pudo vislumbrar la presencia de un gran ave de plumaje blanco.

Abriendo los ojos con incredulidad, inspeccionó a mayor detalle la criatura que se hallaba sobre su tejado; quién parecía poseer un plumaje mayoritariamente blanco con tonalidades negras en las puntas de sus alas, junto con sus patas y pico que su color variaba a una tonalidad más anaranjada; pensando en qué podría deberse de algún pato que cayó por desfortuna sobre su techo; no fue hasta que observó la curvatura de su cuello, que se percató que la raza de aquel animal no era nada menos que él ejemplar de una cigüeña.

Suavizando su expresión, se relajó al ver que sólo se trataba de una cigüeña adulta, qué había estado descansando su vuelo encima de su tejado; siendo de lo más común para él toparse con está especie, pues su pueblo era un punto frecuente en la migración de estas aves, por lo qué era normal encontrarte alguna que otra merodeando en las calles o descansando en los edificios, sobre todo en está temporada de otoño, dónde las aves se preparaban en busca de alimento en zonas más cálidas, regresando a su hogar a mediados del verano.

Siendo originario de aquel pueblo, en su corta vida ya había podido presenciar a decenas de está especie coexistiendo junto a los humanos; pero en lo particular, jamás había podido observar alguna encima de una casa, pues él sabía muy bien que estas aves preferían los lugares altos para no ser molestados, así que era realmente extraño encontrarte alguna encima de tú tejado.