–¿Dónde está Enzo? –preguntó el que se sentaba a mi lado. Ese día tampoco vino a clase.
–Ni idea
–El tío que nunca falta lo ha hecho ya dos días seguidos. Haremos una fiesta por eso.
Empezaron a hablar de él antes de que el profesor llegara. Ese día solo se habló de Enzo, ya que era raro que desapareciera sin dar rastro y sin decirle a nadie donde estaba. Hombre, podría estar en el hospital por Covid-19 o no pudiera venir porque tiene una pierna rota. Todo era válido pero, si realmente le pasaba algo de eso, ¿porqué no avisó a algún profesor o a algún amigo suyo de que no podría venir?
Entonces apareció Thomas por la puerta.
–Profe, profe ¿Tienes alguna idea de donde está Enzo?
–No. No sé si se ha muerto o algo, pero en la lista de la clase no está.
–Hombre tío, no estará muerto, se habrá cambiado de instituto.
–¿Pero así sin razón y cuando faltan dos cursos para graduarse?
–Ahí si que me has pillado. Es una cosa un poco rara.
–¿Qué se le habrá pasado por la cabeza?
–Venga, hay que empezar la clase. Ya hablaréis después de él. Y si os preocupáis podéis enviarle un mensaje o llamarle.
–Una cosa que no haremos.
Se oyeron risas de fondo. Yo pensaba que ya se llevaban bien con él, pero resultó que no. Al parecer se metían con él a escondidas.
Él era muy manitas; desmontaba bolis, sacapuntas y típex, también le saca las anillas a algún cuaderno. Una vez, el año pasado, le surgió un problema a la puerta de la clase y él llevaba un boli en forma de martillo. Supo arreglar la puerta con ese triste boli, pero no sé si eso le subió nota en alguna asignatura.
Era ya el segundo día y ya estaban desmontando bolis, que es lo más fácil de destrozar, para hacerle referencia, o para reírse de lo que hacía en cuando estaba con nosotros.
En el patio estuve desorientada. No sé si cuando Ariel y Alexa me pusieron al día de lo que pasó en verano se saltaron datos, o no me enteré de lo que me decían. Tenía claro que Lucía se fue con esas pijas menores que nosotras, pero Ariel se seguía hablando con ella.
Yo volví a juntarme solo con Lara y Lea, porque ellas volvieron a estar solas, y Alexa y Ariel con otro grupo. Me sorprendió ver que ese grupo con el que se juntaban era el de Mia. No digo que esa chica sea mala, pero lo parece. Pero quien soy yo para juzgar.
Adrián y Alex se empezaron a juntar con los otros chicos de la clase, osea que los perdí de vista.
Se me hizo el patio muy largo. Lara y Lea no me insultaron ni me trataron mal, pero volvía a sentirme incómoda porque hablan todo el rato rumano. Esta vez me traducían lo que decían, y de buenas maneras.
Pero de 25 minutos que tiene el patio, 20 eran lo mismo, estar sentada en el suelo sin pintar nada. Eso no era todo, había dos patios de esa duración cada uno. La verdad me mataba no hacer nada.
Cuando llegué a mi casa le pregunté a mi madre sobre Enzo, ya que su madre se hizo amiga de la mía. Pero ella no sabía nada, no había hablado con ella desde que acabó el curso pasado.
Nuestras madres se llevaban bien por la misma razón: tenían un hijo al que le hacían bullying y que al principio no le apoyaban pero al final tocó apoyar.
Al ser principio de curso, durante la primera semana, no había nada que hacer, no más de dos simples ejercicios de esos que no hace falta pensar.
Me encantan esas tardes de otoño, invierno y primavera, cuando llego de clase, hago los deberes en un periquete, y si no hay exámenes cerca, ver una serie. Además si tengo la casa sola mucho mejor, no habrá tanto ruido. Y si hace frío ya me viene de perla, porque estar con una mantita calentita ya es la bomba.
Esa era una de las tardes que más me gustaban. Manolo trabajando y mi hermana y mi madre comprando. Ellas tardarían mucho porque tienen que pasar por 4 tiendas diferentes, las cuales tienen muchos clientes, aparte de tener que comprar mucho. Según mis cálculos estarán 3 horas como mínimo fuera.
La tarde perfecta, comiendo lo que me gusta sin gritos ni ruidos de fondo viendo lo que echaban en la tele. Recordé que, ni ayer ni hoy, se metieron conmigo en clase, un hecho histórico.
Cuando me cansé de ver la tele me puse con el móvil en el Tik Tok, fue ahí cuando me di cuenta de cuanto comí. Me había pasado. Me comí una bolsa de patatas de las grandes, aunque se ha de admitir que venía medio vacía; media barra de pan con jamón y queso como si fuera un bocadillo; y 4 tostadas con aceite y sal. También me bebí dos tazas de leche con Nesquik y medio litro de Coca-Cola.
No iba a negar que tenía miedo de la bronca de mamá al llegar a casa, si se daba cuenta que faltaba toda esa comida. Intenté no pensar en eso, hasta que llegó.
–¡Irene! Me he encontrado a la madre de Enzo por la calle y me ha dicho que lo han cambiado de instituto.
–¿Por?
–En clase le pegaban, el de detrás le cortaba el pelo cuando no se daba cuenta,... También se metían con él.
–Vaya...
–También me encontré a la madre de esa de tu clase, María Portolés. Y nos quedamos un rato hablando de vuestros compañeros. Que te sirva de consuelo que no eres la única a la que le acusan de algo que no ha hecho y la denunciaron, pero en vano.
–¡¿Qué dices?! ¿Enserio? No te creo.
–Si, va enserio. Bueno, ¿me ayudas a dejar la compra en la nevera?
Le dije que sí, mientras tanto le ayudaba...
–¿Sabes qué? Ni ayer ni hoy se metieron conmigo en clase?
–Bien. Pero falta pan. Pero Irene, ¿cuánto pan te has comido? Eso engorda. Luego no te quejes de que se ríen de ti por eso, ¿eh?
Una vez superando el bullying en clase, hay que superar el problema en casa.
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Mi querida amiga Alexa [Completa]
Teen FictionPrimer libro de la bilogía 'Querida Amiga'. En "Mi querida amiga Alexa", sumérgete en la vida de Irene, una joven que ha soportado el acoso y la indiferencia desde la primaria. La llegada de Alexa, una nueva y carismática alumna, transforma su mundo...