Mascara de mariposas

96 15 2
                                    

Jace:

Me desperté con el leve resplandor del amanecer filtrándose por la ventana, tiñendo la habitación con tonos naranjas y dorados. 

El día comenzaba a despuntar, pero mi cuerpo seguía atado a la fatiga, un cansancio profundo que se aferraba a mis músculos como si pesara más que cualquier armadura que hubiera llevado en batalla. 

Mis párpados, pesados como el plomo, luchaban por mantenerse abiertos, mientras el sueño se tambaleaba sobre mí, pero no había descanso para quien está atormentado por sus propios demonios. Anoche no dormí en absoluto. 

El peso de las pesadillas y de las emociones enredadas seguía presente, palpitante en mi mente. Recordaba vívidamente los fragmentos del sueño —si es que se podían llamar sueños— en los que Luke sangraba frente a mí, su cuerpo inerte, su cabello mojado, y esa incesante sensación de caída, de vacío, como si el suelo bajo mis pies estuviera desapareciendo. Y luego estaba Baela... la sombra de mi huida vergonzosa flotando sobre mí como una nube oscura.

Me quedé mirando la ventana por un rato, debatiendo conmigo mismo si levantarme y enfrentar el día o sucumbir a la tentación de dormir un poco más. Pero sabía que ese descanso sería poco más que una tregua ilusoria, una invitación a caer de nuevo en los mismos sueños inquietantes. No, tenía que enfrentar el día. A regañadientes, me obligué a dejar la cama y empecé a preparar mi cuerpo para lo que venía.

Después de una ducha rápida, el agua fría refrescó mis sentidos, pero no logró limpiar la tensión que se acumulaba en mis hombros. Me envolví con un paño alrededor de la cintura mientras observaba el traje nuevo que habían confeccionado para mí días antes. 

Era un traje imponente, de colores rojo y negro, los colores de mi casa, los colores del bando de mi madre. El emblema de los Targaryen estaba bordado en el pecho, resplandeciente como el dragón de tres cabezas que representaba nuestro linaje, nuestra gloria... y nuestras maldiciones.

Al vestirme, sentí el peso simbólico de esos colores, como si me preparara no solo para un día más, sino para algo mucho mayor, para un destino del que no podría escapar. Cada hebilla, cada pliegue del traje parecía recordar lo que estaba en juego. 

Y sin embargo, había otra carga más inmediata que me atenazaba el pecho: el recuerdo de lo que había hecho la noche anterior. O, mejor dicho, lo que no había hecho.La imagen de Baela volvió a mi mente, la forma en que me había mirado tras el beso, y luego mi huida torpe, cobarde. 

¿Qué clase de hombre huye después de besar a la mujer con la que está prometido? 

Baela merecía una explicación, una disculpa sincera, y yo, como un estúpido, había corrido corriendo, dejándola sola y confundida. Mi cabeza daba vueltas solo de pensar en lo que ella estaría pensando de mí ahora. 

¿Me habría visto como un cobarde? 

¿Como alguien sin honor, que no es digno de estar a su lado? 

La vergüenza se apoderaba de mí cada vez que revivía ese momento. Pero no podía seguir evitando lo inevitable; tendría que enfrentarla hoy, y la idea de ello me ponía aún más ansioso. Él día que nos esperaba sería largo. 

Mi madre había mandado una carta a mi abuelo Corlys, quien seguramente ya estaba en camino, acompañado de Rhanys . Y también  estarían Rhaena y Baela...

Todos estaríamos reunidos para saber el estado de Luke, y mi mente estaba dividida entre la preocupación por mi hermano y la conversación que tendría que tener con Baela. Los eventos de la noche anterior no me dejarían en paz, y la carga de mis errores pesaba sobre mí como si llevara el mundo sobre los hombros.

Dragón riderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora