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¿Acaso es legal que dos jóvenes del sexo opuesto compartan habitación en un internado?

Cuando mis padres me dijeron que me iba a encantar estudiar mi último año de escuela en el internado donde ellos se conocieron, creí que sería una gran idea. Podría hacer lo que quisiera ya que mis padres no estarían al pendiente y podría hacer fiestas de pijamas con mis nuevas amigas... Pero definitivamente no es como lo imaginé.

-Esto tiene que ser un error- Jason, mi "compañero'' y yo estábamos en la oficina de inscripciones reclamándole a la decrépita señora tras el mostrador por la confusión con las habitaciones.

-Joven Aldrich, en la forma de su inscripción hay una carta hecha por su padre en la cual solicita que usted y su hermano Jessie Aldrich compartan habitaciones- No pude evitar recordar a la anciana de Monsters Inc, esa que dice "no ordenaste tu papeleo anoche''.

-Pero si ni siquiera vivo con mi padre ¡Y soy hijo único!- Al ver que Jason estaba perdiendo la compostura decidí hablar.

-Disculpe- Ambos voltearon a mirarme- ¿Cuál es su nombre?- Le pregunté a la señora tras el mostrador de vidrio lleno de accesorios y recordatorios con el logo del internado.

-Judith- Respondió en tono cansado.

-Bueno, Judith- Usé el tono más dulce que mi voz permitió- Resulta que yo soy Jessie, y no tengo ningún parentesco con este chico. Puede que nuestros apellidos suenen similares, pero se escriben y pronuncian diferente; puede buscar mi forma de inscripción y verificarlo por usted misma- Finalicé con una sonrisa.

Judith achinó sus ojos antes de hablar:

-Jovencitos, Antes de entrar, a los alumnos se les envía con quien van a compartir habitaciones, y tienen el derecho de pedir un cambio o informar errores. Como los de este tipo que siempre ocurren. Hemos resuelto todos hasta ahora porque nos han enviado peticiones antes de la entrada de los alumnos y antes de que todos los cupos sean ocupados. A estas alturas, cuando ya todos los cupos estudiantiles han sido ocupados, no podemos hacer nada para reubicarlos.

-Pero soy mujer ¡Necesito privacidad! Y créame que con un hombre en mi habitación no voy a poder tenerla- Ahora era yo quien había perdido la compostura- ¡Es que es ridículo! ¿Quién carajos puede confundir dos apellidos que se escriben diferente? Todos son unos estúpidos- No pude seguir mi histérico discurso porque Jason había puesto una mano en mi boca para hacerme callar mientras me cargaba fuera de la oficina de inscripciones.

Una vez fuera empecé a patalear para que me bajase pero el idiota no me soltaba, así que lamí su mano para que la quitara de mi boca.

-Iugh- Dijo soltándome y limpiando su mano con la pared. Rodé los ojos mientras me cruzaba de brazos.

-¿Y ahora qué haremos?- Hablé sin quitar mi pose.

-No sé tú, señorita perfecta, pero yo iré a inscribirme en el equipo de Lacrosse. Suerte- Y con eso se fue por el pasillo luego de alborotar mi flequillo y dedicarme una sínica sonrisa. Idiota.

Sé lo que dirán ¿Por qué no llamaste a tus padres para que resolviesen el problema?

Pues no podía. Mis padres habían aprovechado que me iba de casa para ir a una segunda luna de miel en un crucero por seis meses. Así que no me quedó de otra que regresar a mi habitación -la cual compartiría con un imbécil- para desempacar mis cosas.

Lo peor de esto, era que nuestra habitación quedaba en el bloque donde estaban todas las habitaciones de hombres ¿Acaso la buena suerte que había tenido toda mi vida se había esfumado por completo?

Cuando al fin llegué a mi encantador castillo -nótese el sarcasmo- me deprimí aún más. Al llegar no me había quedado a detallar la habitación.

Era muy pequeña para que dos adolescentes vivieran en ella, habían dos camas separadas por una ventana con un buró para cada una, un pequeño refrigerador y un sofá de tres puestos. A demás solo tenía un diminuto closet y un baño ¿Cómo iba a compartir eso?

Iugh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora