Capítulo XX. En tu luz aprendo a amar

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Las ruinas que aparecen majestuosas en las llanuras de Çukurova están llenas de historia y simbolismo. Vidas pasadas, batallas libradas y muchas narrativas contadas sobre personas y familias que vivieron aquí en el pasado. Esta es la historia de estas piedras sobrantes y ya desgastadas, que aún se mantienen en alto, dando gracia y esplendor a estos campos fértiles, dejando escapar que aquí, mucho antes que nosotros, alguien probó las maravillas que esta tierra nos regala. Pero ahora estas mismas ruinas, que alguna vez fueron un símbolo de la grandeza de una tierra, son el rastro de la sangre y el sufrimiento de Hünkar Yaman. Para Ali Rahmet, entre las piedras que alguna vez construyeron y sustentaron vidas felices, estaba la imagen de su amada, yacente, ensangrentada y aferrada a la vida por un hilo invisible, sostenida solo por los lazos de Dios ¡Aquí ahora sólo había sufrimiento!

Atrapados en un sentimiento de desesperación, esperaron a que todos se fueran. Ali Rahmet y Ali Ciğerci abandonaron el lugar que, hasta entonces, había ocultado su presencia entre las ruinas. Mirándose, ahora eran verdaderos testigos de la confesión del crimen de aquella mujer, ¡eran testigos de que la señora Behice intentó asesinar, a sangre fría, a la señora Hünkar! Mientras caminaban e intercambiaban opiniones sobre lo que acababa de suceder, se cruzaron con la señora fiscal Jülide Yalçinkaya ¡Aturdidos, no tuvieron reacción! Los tres caminaron a grandes zancadas y se encontraron. Luego de un respetuoso saludo, se interrogaron sobre su estancia en aquel lugar. Dadas las circunstancias, Ali Rahmet no tuvo más remedio que decirle la verdad al fiscal; después de todo, se conocían y habían compartido historias en el pasado. Rápidamente lo contó todo, desde el momento en que encontró a Hünkar prácticamente muerta, hasta la confesión de que fue la señora Behice quien intentó asesinarla, y hasta la persecución hasta ese mismo lugar esta mañana. La señora Jülide estaba perpleja, un sentimiento de desesperación y al mismo tiempo de cierta tranquilidad cruzó el rostro de la pobre mujer. Se desesperó por lo que realmente le había sucedido a la Gran Sultana. Era increíble pensar en las crueles razones detrás de toda esta macabra acción. Luego se tranquilizó porque, al fin y al cabo, la señora Hünkar está viva y bien. Y, lo más importante, ¡está protegida porque nadie sabe que está viva ni dónde está! Aferrándose a estos pensamientos, tenía la intención de emitir una orden judicial a la señora Behice con efecto inmediato. Pero ante esta situación, Ali Rahmet decidió intervenir y pedir amablemente al fiscal que no hiciera nada hasta hablar con Hünkar.

Aceptando las condiciones impuestas, Ali Rahmet invitó a la señora Jülide a acompañarlos. Durante el largo viaje, la fiscal confesó que había quedado muy conmocionada por la situación en torno a la desaparición de Hünkar y las condiciones que se describían en la causa penal, y que consideraba todo muy sospechoso. Por este mismo motivo, con la señora Hünkar ocupando un lugar cautivo en su corazón, se sintió obligada a abandonar Estambul y buscar pistas para descubrir qué pudo haberle pasado a la Gran Dama de Çukurova. Ahora estaba agradecida por haber llegado tan lejos. Su presencia aquí se ha vuelto fundamental y un pilar central para llevar a cabo esta misma investigación. Ahora, además de ser la señora fiscal, con facultades judiciales para actuar con severidad, fue testigo vivo de la crueldad que se practicó esa mañana ¡Su acción ahora sería decisiva para cerrar este caso! Pero, por ahora, tendría que entender todos los pasos que estaba dando la Gran Sultana Hünkar, al fin y al cabo, ella estaba viva y lo ocultó a todos, especialmente a su familia ¿Fue sólo por su propia protección?

Lejos de las ruinas, en un campo verde y fértil, se realizó una inspección detallada del trabajo realizado en el campo. Las tierras Yaman eran importantes productoras de diversos productos agrícolas y, con el trabajo y el esfuerzo de los trabajadores y señoras, podían producir tres excelentes cosechas al año ¡Fue un trabajo duro, pero rentable! La señora Hünkar fue parte fundamental de esta excelente labor, pues a su mando, con mano de hierro, pero a la vez muy humana y solidaria con sus trabajadores, manejó todo y mantuvo las propiedades Yaman en la cima del cultivo agrícola. Dejándose llevar por el viento y las largas zancadas de su caballo, vagaba libremente por los campos, vigilando todo el trabajo que se realizaba. Los trabajadores, enfrascados en sus arduas tareas, habían notado desde hacía días que alguien recorría los campos de Yaman a caballo, recordando a la Gran Sultana Hünkar Yaman. No sabían quién era, ya internamente planteaban sus dudas, pero la presencia diaria de esa visita hizo crecer en cada trabajador un sentimiento acogedor y protección.

¿Soy tu amor imposible?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora