Elena llegó a Boston con el corazón cargado de emociones encontradas. Por un lado, la emoción de estar participando en un proyecto médico tan significativo le daba una energía renovada, pero por otro, la distancia de Alexia y la incertidumbre sobre su relación pesaban mucho en su mente. Cada mañana se despertaba temprano, lista para enfrentar el día en el hospital, donde el ritmo frenético de las cirugías y las conferencias le dejaba poco tiempo para pensar en su vida personal.
En Barcelona, Alexia intentaba mantener la concentración en su temporada. Los entrenamientos eran duros y exigentes, y los partidos se sucedían rápidamente, cada uno más desafiante que el anterior. Sin embargo, cada vez que tomaba un breve descanso, sus pensamientos volvían inevitablemente a Elena. La casa que compartían parecía vacía y sin vida sin la presencia de ella, y la soledad se hacía cada vez más palpable.
Ambas mujeres, aunque ocupadas con sus responsabilidades, sentían la ausencia de la otra en cada aspecto de sus vidas cotidianas.
En Boston, Elena se había instalado en un pequeño hotel cerca del hospital. Las mañanas comenzaban temprano, con una rutina de ejercicio rápido antes de dirigirse al hospital. Una vez allí, el trabajo la absorbía completamente. Las cirugías eran complejas y desafiantes, y la oportunidad de trabajar con algunos de los mejores cirujanos del mundo era una experiencia que no tenía precio. Pero cada vez que se quitaba los guantes y la mascarilla después de una operación, no podía evitar sentir una punzada de dolor por la distancia que la separaba de Alexia.
Durante los breves momentos de descanso, Elena revisaba su teléfono con la esperanza de encontrar mensajes de Alexia. Sus intercambios eran breves y formales, una sombra de la intimidad que solían compartir. Las llamadas de video eran difíciles de coordinar debido a la diferencia horaria y a sus agendas ocupadas. Cuando finalmente lograban hablar, las conversaciones estaban cargadas de tensión no resuelta.
“Hola, ¿cómo te fue hoy?” preguntaba Elena, intentando sonar animada.
“Bien, tuvimos un partido duro, pero ganamos,” respondía Alexia, su tono distante. “¿Y tú? ¿Cómo va todo en el hospital?”
“El trabajo es intenso, pero estoy aprendiendo mucho,” decía Elena, esforzándose por mantener la conversación liviana. “Te extraño.”
“Yo también,” respondía Alexia, pero las palabras sonaban vacías, casi automáticas.
Las noches en Boston eran solitarias para Elena. Después de largos días en el hospital, regresaba a su hotel, cenaba algo rápido y se hundía en la cama, esperando que el sueño la llevara lejos de sus preocupaciones. Pero el insomnio se convertía en su compañero más frecuente, mientras su mente seguía girando en torno a la incertidumbre sobre su relación con Alexia.
En Barcelona, Alexia también sentía el peso de la distancia. Los entrenamientos llenaban sus días, y aunque el fútbol era su pasión, la ausencia de Elena dejaba un vacío difícil de ignorar. Las victorias en el campo no se sentían igual sin alguien con quien compartirlas plenamente. Cada noche, al regresar a casa, se enfrentaba a la misma soledad que Elena sentía en Boston.
El apartamento que compartían, lleno de recuerdos felices, ahora parecía demasiado grande y silencioso. Alexia intentaba llenar el vacío con llamadas a sus amigos y familiares, pero ninguna conversación lograba disipar el nudo en su pecho. Sus pensamientos volvían una y otra vez a Elena, preguntándose si realmente podrían superar esta prueba.
Los fines de semana eran especialmente difíciles. Sin los entrenamientos para mantener su mente ocupada, Alexia se encontraba perdida en sus propios pensamientos. Las salidas con amigos eran una distracción momentánea, pero cada vez que volvía a casa, la realidad de la situación la golpeaba con más fuerza.
Una noche, después de un partido especialmente agotador, Alexia decidió llamar a Elena, esperando que escuchar su voz pudiera traer algo de consuelo.
“Hola,” contestó Elena, su voz sonando cansada pero alegre de escuchar a Alexia.
“Hola,” respondió Alexia, intentando sonar animada. “Solo quería escuchar tu voz. Ha sido un día largo.”
“Lo sé,” dijo Elena, sintiendo una conexión momentánea a través de la distancia. “Te extraño tanto.”
“Yo también te extraño,” respondió Alexia, y por un momento, ambos sintieron el calor de la conexión que aún compartían, a pesar de la distancia.
Sin embargo, la llamada terminó como siempre, con un adiós que dejaba un vacío más grande que antes.
El tiempo pasó lentamente para ambas. Elena se sumergía en su trabajo, destacándose en cada cirugía y ganándose el respeto de sus colegas. Pero la satisfacción profesional no lograba llenar el vacío emocional que sentía. Las noches seguían siendo solitarias, y cada llamada a Alexia, aunque esperada con ansias, parecía reforzar la distancia emocional que las separaba.
Alexia, por su parte, seguía liderando su equipo con fuerza y determinación. En el campo, era la jugadora implacable que todos conocían y respetaban, pero fuera de él, la soledad y la incertidumbre la consumían. Las conversaciones con Elena eran un recordatorio constante de lo que estaba en juego, y el miedo a perder lo que tenían seguía creciendo.
Ambas sabían que el tiempo que estarían separadas sería crucial para su relación. Aunque intentaban mantenerse fuertes y concentradas en sus respectivas responsabilidades, el dolor de la ausencia del otro era un recordatorio constante de los desafíos que enfrentaban.
Boston se convirtio en una rutina para Elena. Cada día era un ciclo de trabajo intenso y noches solitarias. Empezaba a sentirse como si estuviera en una especie de limbo, atrapada entre su pasión por la medicina y su amor por Alexia. La cirugía en la que estaba trabajando era un avance significativo en su carrera, pero cada logro se sentía vacío sin alguien con quien compartirlo plenamente.
En Barcelona, Alexia también se encontraba en una rutina. Los entrenamientos, los partidos y las salidas con amigos se sucedían, pero nada parecía llenar el vacío que Elena había dejado. Las noches en su apartamento eran las más difíciles, con el silencio recordándole constantemente la ausencia de su compañera.
Ambas intentaban mantener la esperanza de que el tiempo separados les permitiría reflexionar y fortalecer su relación, pero la realidad era que la distancia estaba poniendo a prueba sus límites emocionales. Las dudas y los miedos crecían con cada día que pasaba, y la pregunta de si realmente podrían superar esta prueba seguía sin respuesta.
Una tarde, mientras Elena revisaba algunos informes en el hospital, recibió un mensaje de Alexia. Era una foto de un paisaje hermoso, con una breve nota: “Desearía que estuvieras aquí para ver esto conmigo.”
Elena sonrió tristemente al ver el mensaje, sintiendo una mezcla de amor y tristeza. Respondió con una foto del atardecer en Boston, añadiendo: “También desearía que estuvieras aquí.”
Estos pequeños momentos de conexión les recordaban lo que tenían y por qué valía la pena luchar, pero también subrayaban la distancia y las dificultades que enfrentaban. La incertidumbre seguía siendo una presencia constante en sus vidas, y ambas sabían que la verdadera prueba de su relación aún estaba por llegar.
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Ecos de Amor - Alexia Putellas
FanfictionAlexia Putellas, una destacada futbolista, y Elena, una talentosa cirujana, se encuentran en una gala de caridad y se enamoran rápidamente. Sin embargo, sus vidas llenas de secretos y responsabilidades ponen a prueba su relación. Juntas, luchan por...