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— Lautaro Martínez —
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***
Mia acababa de dar a luz, bueno, tampoco era tan reciente, pero lo que no quería era que su pareja la viera sin ropa.
Su cuerpo, como era obvio, ya no estaba igual que antes de da a luz, pero a Lautaro era lo que menos le importaba sinceramente. Había estado contando los días para que volviera a ser suya.
—Buenos días bebé hermosa —Lautaro fue a ver a su hija que estaba llorando en su cuna.
Mia se había pasado toda la noche cuidando de la bebé, y ahora le tocaba a Lautaro levantarse más temprano de lo habitual.
Bajó mientras la llevaba en brazos buscando algún biberón ya preparado, pero no había ninguno.
Subió de nuevo para poner a su hija en el pecho de su mujer, intentando que no se despertara, pero fue inútil.
—¿Qué haces? —preguntó frunciendo el ceño.
—Tu hija quiere comer —le respondió él.
Mia asintió y agarró a su hija entre sus brazos poniéndola en su pecho.
—Mientras me voy a cambiar para irme luego a entrenar y te voy a hacer el desayuno más rico de tu vida —le dio un beso.
—¿Vos sabes lo mucho que te amo? —sonrió ella.
—Yo te amo más —le lanzó un beso y empezó a cambiarse.
Se quitó sus pantalones del pijama y no traía abajo nada puesto.
—Pero bueno papá —rió Mia tapándole los ojos a su hija.
—¿Qué? Como si no te gustara —levantó las cejas mientras seguía cambiándose.
—Decile algo al descarado de papá, Roma —le habló a su niña.
—Vos estás encantada con el descarado —se acercó a ella ya listo y la llenó de besos.
—Obvio —sonrió.
Lautaro bajó a hacerle el desayuno a su mujer mientras ella se terminaba de despertar y darle el pecho a su hija.
Cuando Mia bajó ya tenía la mesa lista.
—Mira todo lo que me preparó papá —dijo asombrada, pocas veces le preparaba el desayuno.
—Todo para mamá, así que vamos a dejarla desayunar tranquila. Yo voy a cambiarle el pañal a la señorita —volvió a agarrar a su hija para llevarla a su habitación y cambiarle el pañal y vestirla.
