Mercadito del amor [2yeon AU]

28

Su parte favorita de las reuniones familiares, es cuando terminan. Y realmente estaba muy feliz con el final de esa ridícula reunión.

Muy, muy feliz.

Suaves besos se plantan en la piel de su cuello, mientras un par de manos exploran su cuerpo con una ternura que la hacen sonreír. Las verduleras sexys deberían ser eternas, piensa Nayeon en medio de la candente sesión de besos que solo logran emocionarla más.

Todo es genial, toma un buen rumbo, llevan un ritmo lindo, hasta que...

—Ahorcame —se le escapa decir, provocando que todo se detenga de golpe.

Y de pronto tiene a una Jeongyeon completamente sonrojada, mirándola perpleja y nerviosa. Upsi...

—¿C-Cómo dices? —pregunta intentando fingir demencia, aunque la había escuchado, fuerte y claro.

—Que me ahorques —pide con firmeza, total, ya la había escuchado aún así.

—¿P-Primero u-un café, n-no?

—Jeongyeon, ya me tienes desnuda, ¿cómo así que un café? —por supuesto, no duda en mirarla con una sonrisa burlona.

—P-Pero es q-que me d-da p-pena porque... Porque luego... Capaz y s-se me pasa l-la mano, oye...

—Pues si nada más me vas a ahorcar, no me vas a estrangular a morir, boba.

—Si pero pues, como verás, mis brazos son bastante fuertes, por si no te habías dado cuenta —¿cómo no se iba a dar cuenta si por culpa de esos brazos tiene un montón de competencia?—. O sea, si se me va la mano, en lugar de venirte te me vas a ir.

—Solo es una ahorcadita y ya, ¿qué te cuesta? ¿Acaso no se te antoja? —una sonrisa victoriosa y engreída se le escapa cuando Jeongyeon vuelve a sonrojarse, probablemente imaginándose la situación.

—Mi mami me advirtió de las mujeres como tú —susurra, dejándose llevar por los dulces deseos de su güerita.

Bueno, una ahorcadita al año, no hacía daño.

—¿Y?

—Nunca fui especialmente obediente —finaliza, volviendo a su labor alegremente.

Si Dios todo lo ve, que se tape los ojos.