—¿Estás celosa? —me preguntó Nabil, con una sonrisa burlona.
—Tus ganas —dije alejandome.
—Que si Nadia que si .
—Piensa lo que quieras. Me voy a por mi ropa.
—Esa ropa la ha comprado mi asistente, ya que le pedí ropa de mujer, para mi mujer —me dijo, aún sonriendo.
—¿Eso cuándo?
—Cuando llegaste.
—Gracias, supongo —dije, volviendo al armario, sintiendo una mezcla de sorpresa y gratitud que no esperaba.
No encontraba nada que me gustara. Me agaché y encontré un cajón con ropa interior. Cogí un conjunto negro de Victoria's Secret, era precioso. Mientras lo sostenía, no podía evitar preguntarme por qué Nabil había tomado tantas molestias. Luego busqué entre los pijamas y cogí uno del mismo estilo, una camiseta de manga corta y su pantalón. Me miré al espejo y pensé que Nabil nunca me había visto sin hijab, ya que desde que había llegado, no me lo había quitado delante de él. Empezaba a hacer mucha calor y no pensaba estar con el hijab todo el tiempo.
Estuve buscando el secador, pero no lo encontraba. Recordé que estaba en la otra habitación, así que me sequé el cabello con la toalla y me lo dejé suelto para que se secara al aire, ya que lo tenia casi liso.
Me puse el khimar para rezar y, después de rezar, salí. No había nadie en la habitación, así que fui a la habitación de Ayub, pero tampoco estaba allí. Bajé al salón y lo vi jugando con unos coches. Miré a la cocina y vi a Nabil haciendo el desayuno. Me acerqué a él, sintiendo una extraña comodidad en su presencia.
—¿Te ayudo con algo?
Se giró y, al verme, abrió los ojos muy abiertos.
—Claro que sí, rubia.
—¿Rubia? Qué original, tú.
—Claro, eres rubia, ¿no? ¿Cómo te llamo, quesito?
—Son las 8, por favor, no comiences.
—Cuídame los pancakes que tengo que lavar los platos —me dijo él.
—Los lavo yo, tranquilo.
—No, no, no. Quita tus manos de los platos, quesito. Los he ensuciado yo, los lavo yo —me dijo, firmemente.
—¿Por qué estás tan raro? —pregunté, curiosa.
—A que te refieres?—Me hablas bien, me has comprado ropa, no te pega.
—Y eso es raro?
—A ver, que cambiar de que me tratases como una mierda a esto pues si, es raro.
—La gente canvia Nadia. —Dijo secamente
Creía que havia roto el buen ambiente que teníamos con esas palabras pero 5 segundos después suelta otra tontería.
—Pues sí que las rubias son tontas.
—¿Perdona?
—Te perdono, pero cuida que se te queman.
Mientras vigilaba los pancakes, no pude evitar sonreír ante sus comentarios. Era una dinámica extraña, pero de alguna manera reconfortante. Al acabar de cocinar, llevamos todo a la sala y comimos. Ayub se iba hoy por la tarde, así que, como hacía sol, subí a ver si había algún bañador. Pero solo encontré ropa corta, no había burkini. Llamé a Nabil.
—¡Nabil! ¡Ven!
—¿Qué quieres ahora?
—¿No hay ningún burkini por aquí?
ESTÁS LEYENDO
Fiha kher
RomanceNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...