Capítulo 2

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Nuestro nuevo general se encontraba en su nueva oficina leyendo los expedientes de sus reclutas tal y como su padre le había ordenado. Había de todo un poco, la mayoría eran alfas, el resto se dividía entre betas y omegas.

Aunque parezca curioso, había ciertos betas que no estaban de acuerdo con la rebelión. Para ellos, no debería de haber un "sexo superior", ni los alfas deberían someter a otros ni los betas. Por eso decían que estar del lado contrario, era una manera de decir que todos eran iguales y nadie estaba por encima de nadie.

Aún no era medio día, pero hasta el momento todo estaba tranquilo, hasta que...

-¿Dónde está mi general favorito?

Una voz alegre y bastante alta inundó de repente la tranquilidad de su oficina. Ae soltó un suspiro de frustración y alejó su mirada de los papeles para mirar a su molesto amigo.

-¿Qué demonios sucede contigo Pond? ¿Por qué gritas así?
-Lo siento, lo siento, es que no puedo evitarlo. Mi mejor amigo ahora es un general, estoy tan orgulloso—fingía llorar mientras corría a abrazar a su amigo.
-Tócame y te lastimo.

Pond sabía que no bromeaba, así que se detuvo inmediatamente y se sentó de lo más tranquilo en las sillas frente al escritorio.

-Sabes, la violencia no siempre es necesaria.
-Cállate.

Pero como era de esperarse, no lo hizo. Habló sobre tantas cosas en tan solo 10 minutos que Ae no podía seguirle el ritmo. Intentaba concentrarse en los expedientes frente a él, pero la voz de su amigo era tan cantarina y llamativa que estuvo a punto de lanzarle la pluma en su mano.

-Ya en serio, dime qué diablos tengo que hacer para que...

Ae hubiera terminado su pregunta, pero una alarma comenzó a sonar a través de los altavoces, diciéndole que algo malo estaba sucediendo.

- ¿Qué significa eso? —preguntó Pond
-Son tres timbres, significa que un elemento desconocido se acerca—Ae sabia todas y cada una de las señales de alerta dentro de la base, fue gracias a eso que sabía que hacer—ve y alerta a la enfermería.

Pond corrió sin preguntar más y Ae corrió detrás de él. Inmediatamente se había desatado un caos dentro de la base. Personas corriendo dentro y fuera, entrando y saliendo de sus oficinas y preparándose para lo que sea que estuviera pasando. ¿Y si era un ataque? ¿Y si habían lastimado a alguien dentro de la base? ¿O era algo peor?

Ae llegó a la entrada y vio un par de camionetas conduciendo a alta velocidad para llegar hasta ellos. Estuvo a punto de dar la señal de ataque de no ser porque vio que esas camionetas eran de ellos. Eran las mismas camionetas que habían salido esta mañana a recoger a los nuevos reclutas.

La duda de qué había pasado ni siquiera se terminó de formular en su cabeza cuando una de las camionetas se detuvo frente a él y de esta bajó Tin, él hombre que desde el momento en que su padre lo puso al mando, debía de ser su mano derecha.

-¡Tin!—gritó Ae mientras corría a ayudarlo, el hombre sangraba y no parecía poder permanecer mucho tiempo de pie— ¿Qué rayos pasó?
-Emboscada. Los malditos nos tomaron por sorpresa—dijo Tin con una voz que dejaba más que claro que necesitaba ayuda.

Casi como si los hubiera invocado con su mente, doctores y enfermeras aparecieron para llevarse a Tin. Ae quiso ir con su amigo, pero más camionetas llegaron, y con ellas, más heridos. Ae corrió y ayudó a cuantos pudo. Jamás había visto tal caos, pues a pesar de que lleva toda su vida en el ejército, nunca había participado en una guerra.

Ayudó a llevar a tantos heridos como su cuerpo y fuerza le permitían. Su ropa ahora estaba manchada de sangre y pensó en la promesa que le hizo a su madre. Si ella lo viera así, probablemente se desmayaría.

Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora