Capitulo 1

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    "¿Quien dice que la gente rica no sufre"

A veces me reprendía mentalmente por mi insensatez durante mi adolescencia. Mi inexperiencia y rebeldía fue causante de mi situación actual. Simplemente porque quería llevarle la contraria a mi padre.

Me quite polvo inexistente de mi uniforme rojo y dorado. Debido a la exigencia de mi trabajo. El Hotel Milleniun. Era de alta gama. Y no podía tener nada fuera de lugar. Ya me había metido en problemas anteriormente solo por un pedazo de hilo suelto. Cambie mi expresión cansada y deprimente cuando ví a una huésped que vivía en el hotel. Una mujer esbelta y curvilínea. La señorita se había bajado de su auto de último modelo con la ayuda de su chófer.

La señorita era alta, esbelta, y bastante hermosa. Definitivamente de categoría como todo y todos en este hotel cinco estrellas. Ella vestía un vestido rojo casual marca Zara que se adaptaba a sus cintura de guitarra. Traía consigo una cartera negra, Prada. Lentes de sol Gucci, argollas zarcillos de plata. Y por último unos zapatos de tacón para la ocasión Jimmy Choo. Todo en ella gritaba cara. Y eso era lo que más me irritaba, yo alguna vez estuve cerca de esas cosas burguesas, pero ahora tristemente quedaron en un recuerdo lejano. Puse mi mejor sonrisa, la más radiante de mi repertorio, la que uso para el trabajo. Enderece mi espalda ignorando el cansancio de mis piernas por estar parado todo el día. Y mi rostro casi entumecido por sonreír seguido por sonreír falsamente. La cortesía era mi escudo en este trabajo.

Espere a que la dama de hermosa cabellera rubia y ondulada adornada con pepitas se acercará, ella caminaba con un andar elegante y ostentoso. Su postura era digna de revista. Me recordó a mi madre. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, abrí la puerta y espere a que la señora ingresará. Fui educado y saludé.

—Buenos días señora. — lo más cordial posible, para dar la mejor impresión. No era la primera vez que veía a esta señora, pero dudaba infinitamente que ella recordara mi rostro y mucho menos se supiera mi nombre. A lo mucho me respondería el saludo, no muchas veces lo hace.

Ella paso a mi lado y sorpresivamente me miró devolviendo el saludo, algo que no me esperaba.

—Buenos días. — pude fijarme que olía a un perfume caro, no identifique cuál. Pero era un perfume que podía definir como de calidad. Un labial rojo que resaltaba sus labios carnosos. Ella levantó sus gafas de sol colocándolos sobre su cabeza, mostrando unos hermosos ojos verdes con heterocromia central de color caramelo.

Me puse nervioso, se sentía como si ella me estuviera analizando, inspeccionando. 'Evaluando'.

—¿Señora?. ¿Todo bien? — tuve que preguntar, su escrutinio me ponía nervioso. De repente busco en su cartera sacando algo, parecía un papel, rebuscó un bolígrafo y anoto en el papel arrugado.

—Ten, quiero que vayas a esta habitación a la hora que está aquí. — me tendió el papel y yo tentativamente la tomé confundido.

—Te estaré esperando en mi suit. No me gusta la impuntualidad. — ella hablaba como si su palabra fuera absoluta. Y así se retiró con su andar tajante.

Yo quedé perplejo con aquella mujer arrogante, era la primera vez en meses que me hablaba directamente. Y de la nada una interacción muy extraña.

Algo me decía que no fuera, pero esa mujer es una huésped estrella del hotel. Si no me presentará, posiblemente lo tomara como una afrenta y me hará la vida imposible. Tal vez haga que pierda mi trabajo.

                              (...)

—Spencer....¿tío, seguro que es buena idea?. — Damian el botones y probablemente mi amigo más cercano de este hotel, se encontraba sentado a mi lado, regañando. Damian estaba conmigo en el bar. Al que recurríamos frecuentemente para unas bebidas después del trabajo.

—No me da buena espina, pero no puedo faltar. — intentaba concentrarme en mi cerveza. Pero se me hacía imposible. Damian no paraba de sermonear sobre mi ineptitud al negarme.

—Amigo...a veces creo que te gusta ser maltratado por esa gente que te mira por encima del hombro. Putos Snobs. — se quejo dando sorbos a su bebida.

—Es fácil para ti decirlo, tu abuela es la dueña del hotel pero trabajas como botones porque estás siendo castigado.

—¡Oye! Soy la oveja negra de la familia, ellos querían que estudiara mercadeo o administración de empresas. Para heredar ese condenado hotel, pero creeme. Prefiero mil veces ser una mierda a trabajar allí como dueño.

—Damian...¿prefieres servirle a los estirados que tanto desprecias? — no podía creer que Damian fácilmente podría vivir una vida digna de un rey con solo una palabra, pero literalmente prefiere echarlo todo por la borda por un simple capricho, y el no querer ceder.

—No me recrimines, literalmente tu hiciste lo mismo.

Damian tenía razón, yo abandone a mi familia. Simplemente me fuí porque no quería hacer lo que ellos me pidieron. Crecí en una familia rica en un barrio burges y tal parece que la familia nunca ha sido mi fuerte. Eso lo demostré al marcharme. Me fui de Inglaterra a España para no estar cerca de mis padres.

—Te digo, es diferente. — trate de excusarme, pero sabía que era hipócrita de mi parte sacarle en cara el error que cometió Damian, sabiendo que es exactamente el mismo que el mío, y la razón no podría ser más que diferente. Damian tenía sus motivos más oscuros para no querer heredar el hotel, tenía sus razones, en cambio yo...yo solo fui malcriado. Mentiría si dijera que no los extraño.

—Spencer...no vayas amigo, esa mujer no me da buena espina. — concluyó Damian.

—Tengo que — y en ese preciso momento mi reloj digital suena. La alarma. Lo chequeo y termino de una sentada mi bebida — tengo que irme ya

Me levantó de la silla y siento que algo me sujeta el brazo. Volteo y es Damian. Sus ojos ámbar se veían demasiado asustados para poder pasarlos por alto.

—¿Estás seguro?. Tío, se que esto sonara raro, pero no quiero que te lastimen. Eres mi único amigo real en ese hotel de porquería. 

—¡Awww!. — pongo una mano conmovida en mi pecho y para burlarme un poco de Damian, disipando su preocupación le sigo el juego — Pero debo decirte que no eres mi tipo, las prefiero esbeltas y con un par de cosas que obviamente tu no tienes.

—¡PUDRETE CABRON! — me saca el dedo medio —Esto me pasa por ser considerado contigo.

Me río de Damian y me retiro del bar. El frío de la noche golpeó mi rostro y ma apreté más la chaqueta que traía conmigo.  Acomode mis anteojos y camine. Tal vez Damian tenía razón, se veía muy preocupado. Era como si ya conociera a esa mujer. En el hotel llegan personas distinguidas cuello blanco, y esas son las que más suciedades guardan. Secretos tan obscenos y deprevados.

Pero era tarde para retractarme, no quería perder mi empleo, a duras penas puedo llegar a fin de mes y tengo que alimentar a mi hamster.

Así que respire hondo y continúe camino al hotel.

La relatividad del infierno se asemeja al Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora