Capítulo 9

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-Ae—gimió Pete.

-Hazlo otra vez—suplicó Ae—Dilo. Di mi nombre.

-Ae, no pares.

El cuerpo de Pete se estremeció ante el tacto de Ae, su cuerpo delgado y frágil se sentía tan bien bajo su cuerpo fornido. Sus labios rojos estaba hinchados por tantos besos y de sus ojos brotaban lágrimas de placer.

Pero algo estaba mal. Aunque Ae se sentía perdido entre el placer y la lujuria algo lo inquietaba.

Un sonido.

Alguien o algo hacia ruido cerca de su habitación y arruinaba su atmosfera caliente, hasta que llegó a un punto de no poder soportarlo más. Abrió sus ojos y se encontró solo en su cama y con un enorme problema en su entrepierna.

Otra vez había soñado con Pete. Otra vez fantaseaba con tenerlo. Otra vez ansiaba hacerlo suyo.

¿Qué demonios le pasaba? Él no era así. Jamás había sido así. Ni siquiera cuando era un adolescente, aunque su padre había tenido mucho que ver en eso.

Habían pasado ya dos semanas desde el incidente en el gimnasio y a partir de esa noche, Ae había estado teniendo sueños muy explícitos con Pete. 

Cada vez que se veían para entrenar, las imágenes del cuerpo desnudo de Pete bajo el suyo brotaban desde los espacios más oscuro de su mente.

Hacía uso de todo su autocontrol, pero Pete no se la estaba poniendo fácil.
Ae a veces creía que él intentaba provocarlo. Sus ojos lo miraban de pies a cabeza, sus mejillas se encendían cuando estaban muy cerca y su cuerpo temblaba cuando por una razón u otra se tocaban.

Pero ¿qué era todo esto? ¿Por qué su cuerpo se comportaba de esa manera solo con Pete?

Cuando Ae tuvo su primer celo, su padre lo encerró en su habitación y le ató las manos para que no pudiera "aliviarse", pues el hombre aseguraba que solo los débiles se dejaban llevar por sus hormonas y seguir esos bajos instintos solo traía vergüenza. Dejo muy en claro que eso no pasaría en su casa. 

Después de eso, fue bastante fácil controlarse, aunque pensándolo bien, nunca necesito controlarse del todo, ya que nunca se había sentido atraído por nadie.

Cuando era un adolescente, varios de sus amigos hablaban y salían con chicas, Pond veía porno todo el día y le coqueteaba a cuanta chica bonita se encontraba. Pero Ae no. Ni siquiera les prestaba atención a los omegas que le pedían salir o mostraban cierto interés en él.

Afortunadamente, Ann les alejó a todos diciéndoles que Ae era su novio y que se casarían cuando terminaran la universidad. Al principio Ae pensó que lo hacía con intención de ayudarlo, ya que se notaba la incomodidad a kilómetros cuando esos omegas peleaban por su atención, pero luego se dio cuenta de que todo era por su propio interés y fantasías.

Decidido a entender qué es lo que le estaba pasando, fue a buscar ayuda con la persona más inteligente que conocía.

-ChaAim, necesito tu ayuda.

La repentina aparición de Ae en el consultorio de su amiga le hizo dar un salto del susto, apartando su vista del libro que la tenía tan concentrada. 

-¡Diablos Ae! No vuelvas a hacer eso.
-Lo siento, pero esto es una emergencia—la preocupación en la voz de su amigo le dijo que tenía razón.
-¿Qué sucede? ¿Estás bien?
-Es sobre Pete.

ChaAim sonrió con ternura.

-Entonces no puede ser tan malo. ¿Qué pasa con Pete?

Ae tomó aire y se desahogó.

Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora