La aprobación por parte de su madre lo era todo.
Su amistad con cierto pelinegro era su escape de todo el peso que lo obligaron a cargar en sus pequeños y frágiles hombros.
¿Qué pasará si pierde su único escape de la realidad?
-¿Quien es el niño de...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El regreso a casa no podía ser más que solitario. Desde que conoció a su animado amigo el colegio era su lugar seguro y donde podía descansar algunas horas de ser "el niñito perfecto", mas ahora con el cambio de ambiente en su relación amistosa, todo volvía a tal y como pensó que sería el primer día de escuela. Aburrido.
Caminaba a pasos lentos y cortos, pensaba que si caminaba lo suficientemente lento se encontraría con el pelinegro y podría preguntarle qué es lo que había echo mal, pero al llegar a la entrada de su casa la esperanza murió.
Miro a los costados y no había señal del pelinegro. Suspiro, al parecer así serian sus días de ahora en adelante.
Con bajos ánimos entro a su hogar, debía de hacer la tarea que dejo de lado por querer pasar el tiempo con su amigo, una vez cruzo la puerta los gritos sobraban.
—¡______! —un gran escalofrió recorrió su columna vertebral.
—¿Mamá? —pregunto confundido.
Los tacones pisoteando resonaban en el piso de arriba hasta llegar a las escaleras, en donde pudo ver a su madre con una bola de pelos con un patrón familiar.
—¿Que significa esto, ______? —mostro a la pequeña felina claramente aterrada.
—¡Kora-chan! —soltó asustado.
—¡Y ya le pusiste nombre! —soltó aún más molesta.
—¡M-mamá... yo! —se apresuró en subir las escaleras, temía por la vida de su gatita.
—¡Estas haciendo cosas a mis espaldas, ______, yo no te crie para que seas un niño malcriado!
—¡Mamá! ¡Yo solo-
—¡Te enseñare a obedecer! ¡Ya te lo había dicho; mi casa, mis reglas! Y si no entiendes a las buenas, te hare entender a las malas.
Aquella ultima oración hizo temblar al pequeño, sabía que algo malo se avecinaba.
Y sus especulaciones fueron acertadas cuando vio a su madre preparándose para arrojar a Kora-chan por las escaleras, por miedo e instinto arrebato a la felina de las manos de su madre y salió corriendo, temiendo por la vida de su gatita y la suya mientras escuchaba todo lo que le decía su madre en su idioma natal a medida que huía.
No sabía a donde ir ya que solo era un niño de 6 años, así que su instinto lo llevo a su único lugar seguro.
—¡Tenko! —golpeo la gran puerta de su casa, en busca de auxilio o mejor dicho... protección.
Golpeo repetidas veces la puerta, mas no recibió respuesta alguna, a pesar de que el nombrado si se encontraba en casa.
—¡Tenko, por favor! —hipido—. Mamá encontró a Kora-chan y yo- yo no sé... no sé qué hacer, casi le hace daño, tengo miedo... tengo mucho miedo... por favor... tengo miedo... no quiero que nada le pase a Kora-chan, puedo soportar el castigo de mi madre, pero por favor, no dejes que nada le pase... sé que a Mon-chan no le agrada mucho, pero- pero —su voz se quebró, tuvo que respirar profundamente para recuperarse—, no dejes que nada le pase...
