~Alaska~
El auto avanzaba por las calles desiertas, iluminadas solo por la tenue luz de las farolas. El silencio entre nosotros era denso, cargado de tensiones no resueltas y amenazas latentes. Cain mantenía una mano firmemente en el volante, mientras la otra descansaba en su regazo, cerca de su pistola.
Al llegar a la vieja casa de mi padre, un escalofrío recorrió mi cuerpo. La estructura se alzaba imponente y sombría, como un gigante dormido que guarda secretos oscuros. Las ventanas estaban cubiertas de polvo y telarañas, y la puerta principal parecía no haber sido abierta en años. Cain aparcó el auto y me miró con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
-Bájate. -Ordenó, su tono tan cortante como el filo de su cuchillo.
Desabroché mi cinturón de seguridad y abrí la puerta del auto, sintiendo el aire frío de la noche contra mi piel. Cain salió del auto y, con su pistola en mano, me siguió hasta la puerta principal. Saqué las llaves que había guardado durante años y, con manos temblorosas, las introduje en la cerradura. Giré la llave y la puerta se abrió con un crujido escalofriante.
Entramos en la casa, y un olor a polvo y madera vieja nos envolvió. Encendí la luz del vestíbulo, revelando muebles cubiertos con sábanas blancas y paredes adornadas con retratos familiares. Cada rincón de la casa estaba lleno de recuerdos, algunos de los cuales preferiría olvidar.
-¿Dónde crees que pueda estar? -preguntó Cain, su voz resonando en el silencio.
-No lo sé. -respondí sinceramente-. Tal vez en su estudio.
Nos dirigimos al estudio de mi padre, una habitación al fondo del pasillo. Abrí la puerta y encendí la luz, revelando estanterías llenas de libros y papeles desordenados sobre el escritorio. Cain empezó a buscar entre los papeles, mientras yo miraba a mi alrededor, intentando recordar si mi padre había dejado algo importante.
-Mira en esos cajones. -ordenó Cain, señalando el escritorio con la pistola.
Me acerqué al escritorio y empecé a abrir los cajones, uno por uno. Estaban llenos de documentos, fotografías antiguas y objetos personales. Nada que pareciera un mapa o una tarjeta de memoria.
-No hay nada aquí. -dije, frustrada.
Cain frunció el ceño y se acercó a mí, sus ojos escudriñando cada rincón de la habitación. De repente, algo llamó su atención en una de las estanterías.
-¿Qué es eso? -preguntó, señalando un viejo libro con una cubierta desgastada.
Tomé el libro y lo abrí. Entre sus páginas, encontré una pequeña tarjeta de memoria pegada con cinta adhesiva. Mi corazón dio un vuelco.
-Lo encontraste. -dijo Cain, arrebatándome la tarjeta de las manos-. Ahora, Alaska, no intentes nada estúpido.
Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y temor. Habíamos encontrado lo que buscábamos, pero ¿a qué precio?
-Vamos. -ordenó Cain, guardando la tarjeta en su bolsillo-. Tenemos que llevar esto a Diablo.
Salimos de la casa y volvimos al auto. Mientras Cain conducía de regreso, no podía evitar preguntarme qué otros secretos guardaba la casa de mi padre y si alguna vez volvería a estar a salvo.
El viaje de regreso al apartamento transcurrió en un silencio tenso, interrumpido solo por el zumbido del motor y el ocasional crujido del cuero del asiento cuando me movía. Caín mantenía su mirada fija en la carretera, pero yo sabía que estaba alerta a cada uno de mis movimientos. La tarjeta de memoria quemaba en su bolsillo como una promesa de poder y peligro.
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La Chica De Los Lazos
De TodoHay historias, que nos enseñan que las apariencias engañan. Esta, es una de ellas. La vida secreta de Alaska, y el descubrimiento de ella por Cain, te dejaran totalmente atónito y emocionado. Esta novela despertara todas tus emociones: felicidad, t...