¿Desde cuándo Luzu?...empezó a salir con el chico Gryffindor... Esos son los murmullos que se escuchan en cada rincón del castillo de Hogwarts. Los rumores indican que el Gryffindor lo conquisto, pero como es posible si varias chicas han intentado s...
La quietud del pequeño valle de Godric contrastaba con la agitación que recorría el mundo mágico. Desde la segunda guerra mágica, los días parecían más oscuros, y el aire mismo estaba impregnado de un temor palpable. Las noticias que llegaban del Ministerio eran cada vez más inquietantes: ataques aislados, desapariciones inexplicables de muggles , y una creciente presión para aumentar las medidas de seguridad. El ministro Bagnold había ordenado un refuerzo sin precedentes, elevando la vigilancia y exigiendo a todos los aurores y magos con responsabilidades que redoblaran sus esfuerzos. Era una época de sombras, donde la incertidumbre se había vuelto el enemigo invisible de todos.
Tanto Luzu y Alex lo sentían, como una pesada capa que se aferraba a cada rincón de sus vidas.
La pérdida de Nathalie hacía que el peso fuera aún más difícil de soportar. Habían pasado apenas dos meses desde su funeral, y aunque la rutina había regresado, nada era igual. El dolor seguía ahí, pero ahora tenía que compartirse con otra responsabilidad: Charlotte.
La pequeña, huérfana y frágil, había sido entregada a ellos como su ahijada, tal como Nathalie y John habían pedido en aquella carta.
La casa, que antes había sido un refugio de risas compartidas y momentos de paz, ahora estaba impregnada de una melancolía silenciosa. Las noches eran largas, interminables, con el sonido suave del viento entre los árboles y el ocasional crujido de las ramas que parecían susurrar aquellos recuerdos lindos.
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Eran las dos de la mañana, y el llanto de Charlotte rompió esa frágil quietud. Era un sonido al que ambos ya se habían acostumbrado, pero no por eso dejaba de ser inquietante. Luzu, casi por instinto, se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, sus pasos resonaban en el suelo de madera.
Preparar el biberón se había vuelto una tarea automática, pero el cansancio era evidente en su rostro.
En la habitación, Alex mecía a la pequeña con suavidad, susurrando palabras de consuelo.
------------------Lottie, ya mi amor, ya,------------------repetía en voz baja, con el mismo tono calmado de noches anteriores. Sus ojos, aunque cargados de fatiga, brillaban con una mezcla de ternura . A veces, el pelinegro se preguntaba si Charlotte también podía sentir el ambiente en su nuevo hogar. ------------------¿Tuviste un mal sueño?------------------le preguntó en un susurro, aunque sabía que la pequeña aún no podía responder. Pero quizás, en esos susurros, encontraba consuelo para sí mismo, como si al hablar en voz baja pudiera mantener alejados los temores que se arremolinaban en su mente.