CAPITULO 1

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— Un capuchino y un late – anuncio con voz fuerte el pedido al momento que tomo lentamente las bebidas de la charola circular plateada y me dispongo a ponerlas en sus respectivos lugares de encargo.

La chica rubia asiente con la cabeza indicándome que si es ahí el pedido encargado minutos atrás. Acomodo la charola en mi antebrazo y retrocedo un poco de la mesa.

— Gracias – inquiriere su compañera.

— ¿Se les ofrece algo más?

— Por el momento es todo – ambas me dedican una sonrisa cálida que devuelvo de la misma manera. No siempre se tiene gente tan amable en el establecimiento.

Me marcho con rapidez de la mesa para continuar entregando los pedidos a los clientes que siguen esperando su comida. Algunas de las personas en espera comprenden que tenemos más gente por delante, sin embargo, algunas resultan un tanto molestas si no son atendidos al instante. Por lo que a veces se pierden varios clientes. Tratamos de agilizar el servicio al máximo puesto que mi compañera Daniela tuvo problemas familiares en su casa, afligida me pidió de favor cubrir su turno lo cual acepte sin renegar ni hacer preguntas incomodas, asi tocándome ser camarera a mi sola; parece un trabajo fácil pero no lo es.

Realmente es agotador.

La cafetería lleva abierta ya varios años y ha conseguido aumentar la suma de clientes a manera impresionante, es increible el número de demanda que se tiene a pesar de la fuerte competencia que hay alrededor. Pasaron siete años desde que se abrió el primer local y de ahí en adelante se fue incrementando su consumos al punto de abrir más sucursales en diversos lugares de Kansas.

Se convirtió en el imperio "Coffe House"

— Mesa cuatro, lista – informa Dalt.

Agilizo el paso a la cocina a fin de recoger la comida evitando cualquier estúpido obstáculo para no caer. Mis torpes pies suelen jugar de mala manera logrando ponerme en vergüenza en los momentos más importantes. Es un logró que en todo el tiempo que llevo trabajando en la cafetería jamas me haya ocurrido un accidente con alguno de los clientes o con mis mismos compañeros.

— A la orden – sonrío cansada y llevo el pedido.

Recorro el mismo camino tantas veces como son necesarias hasta que mis pies lo resienten al punto de dolerme, quemarme y arderme con furor sin poder resistir más tiempo de pie. Necesitaba sentarme al menos unos minutos para reposar un rato sino terminaria muerta antes de que anocheciera, ya luego continuaría con la entrega.

Nadie queria un muerto en el establecimiento.

¿O sí?

Suspiro fatigada.

Exhausta descubro mi brazo izquierdo con suavidad arremangando la prenda negra que me cubre del frio, planto la mirada en el reloj café que adorna mi delgada muñeca y observo como las manecillas avanzaban lentamente, apenas pasaron diez minutos desde la última vez que lo revisé; el tiempo esa noche se me hacía eterno.

— Tranquila – reconozco la gruesa voz del rubio – entre más veces cheques el reloj menos pasara el tiempo.

Levanto la mirada en dirección a la proveniente voz que me habla. Dalt es mi compañero de trabajo desde que entre al puesto de camarera, él lleva más tiempo que yo en la cafetería y es quien me enseñó a cómo manejar el negocio cuando me tocaba estar de encargada.

Dalt es un poco mayor que yo con apenas unos cinco años de diferencia. No es tan grande pero su aspecto físico hace que aparente un poco más edad; sus ojos avellana siempre tienen su brillo singular, su barba clara da la misma tonalidad de su cabello rubio mientras que su rostro afilado le proporciona un toque de madurez y superioridad al mismo tiempo.

Vaya que realmente Dalt es un candidato perfecto para cualquier mujer, tan solo verlo se puede notar de lejos que es un buen partido. Sin mencionar su grandioso y fascinante atractivo.

— Estoy exhausta – me quejo.

Él asiente con la cabeza.

— Pude notarlo – se recarga en el mostrador – no has parado de revisar tu muñeca cada tres minutos.

— ¿Tan obvia he sido?

Sonrie ligeramente de lado marcando uno de sus hoyuelos.

— Lo suficiente para darme cuenta de que quieres huir de aquí apenas den las diez.

Abro los ojos como platos al escuchar a mi compañero.

No odio mi trabajo en la cafetería sino todo lo contrario; amo trabajar ahí. Me encanta pasar las noches en ese local, en especial por el escandaloso aroma, el ambiente que siempre se tiene en el lugar y el buen trato con mis compañeros de trabajo. Para mi ese se convirtió en el trabajo perfecto. Por el contrario, ese día me sentia agotada, mis ganas de hacer algo se esfumaron en segundos ocasionando solo querer llegar a mi casa a tumbarme en la cama para dormir.

Ese sería mi plan perfecto para esa noche.

— La tortura termina en media hora – Dalt habla sacandome de mis dulces y tranquilizantes pensamientos en los que la hora de salida al fin llega y yo soy feliz de irme a descansar.

Sonreí al levantar mis manos de felicidad. Cada minuto que pasara para mi era lo suficientemente bueno para que mi turno terminara. Solo debía soportar un poco más y finalmente lograría terminar en mi habitacion.

— Ruego porque suene el reloj – trago saliva.

En el mostrador se encuentra un pequeño reloj en forma de taza en tonalidades crema, café y negro. Ese diminuto aparato es el encargado de chillar escandalosamente en cuanto llega la hora de salida. Por mientras, solo se escucha el frágil tic – tac de las manecillas avanzando.

— No te desesperes.

Justo cuando voy a responderle a Dalt suena la campanilla de la entrada indicando que un nuevo cliente acaba de entrar a la cafetería. Ni siquiera me moleste por voltear a ver de quien se trataba el inquilino que ocasionaría que me pusiera de pie, simplemente expulse con fuerza todo lo aire que llevaba dentro y puse los ojos en blanco.

Mas trabajo.

Genial.

Una risa fuerte, ruidosa y contagiosa hizo que centrara toda mi atencion al frente. Me sorprendí al encontrarme con el chico rubio muriendo a carcajadas, sus ojos se entrecerraron y los hoyuelos en sus mejillas se marcaron con intensidad. En todo el tiempo que llevábamos trabajando juntos Dalt y yo jamas lo vi reírse de esa manera tan divertida. Sin darme cuenta del momento exacto yo tambien comencé a reír con la misma intensidad contagiosa que Dalt.

Era como si mi cansancio y todo lo demas se hubiera borrado por un tiempo.

Todo parecia estar mejor que nunca hasta que sentí varias miradas postradas en mí, mejor dicho en nosotros. Trague saliva con dificultad dispuesta a no mirar al alrededor, sin embargo, fue inutil no prestar atencion cuando sentia sobre mí una mirada frígida y molesta.

Apoyo mis codos sobre la encimera y paso los dedos por mi cabello quitando los nudos que cuelgan de la coleta. Trato de ignorar el hecho de sentir que alguien me observa, pero sin darme cuenta mi mirada ya está buscando en cada rincón del local al culpable.

No hay nadie.

Al menos eso creia.

Hasta que congelo al cruzar mirada con esos insensibles ojos oscuros

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LIO DE CORAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora