Violeta
Soy incapaz de cerrar los ojos en toda la noche.
Mía descansa a mi lado, agarrando mi mano con fuerza entre las suyas y moviéndose de vez en cuando. Por mi mente no paran de sucederse todos los recuerdos que consigo permanecer en mi memoria sobre esos ojos verdes y esas promesas que jamás se cumplieron. Me acuerdo de todas las caricias y los besos en la nariz, de todas las canciones que alguna vez me enseñó, todos los secretos que me contó, del nombre de su perro e incluso la forma que tiene su marca de nacimiento. Lo recuerdo absolutamente todo. Porque nunca voy a ser capaz de olvidarlo.
El sol se cuela por la ventana sin dejarme terminar un recuerdo, y me pongo en pie para cerrar las persianas y no despertar a Mía.
Me preparo el desayuno casi de forma automática, y dejo el de mi hija en la pequeña mesa de café que coloqué hace un par de años junto al sofá. La acuno entre mis brazos cuando voy a despertarla, y ella se aferra a mi camiseta como si no existiera nada más en este mundo.
—¿Qué quieres ver, corazón? — hablo con la garganta seca debido a las escasas horas de sueño.
Ella se encoge de hombros, a la par que se sienta en el sofá con el peluche entre los brazos y la vista clavada en el desayuno que reposa sobre la mesa.
Y0 me siento a su lado, pongo su programa favorito y le acerco la pequeña botellita con leche, por suerte, come sin ninguna pega.
Me bebo el café en silencio, con el único ruido del de la televisión que nos acompaña, y justo cuando voy a levantarme para fregar las cosas, cierra los dedos alrededor de mi muñeca para detenerme.
—No quiero ir al cole mami — dice de carrerilla, como si lo hubiera estado planeando todo este tiempo.
—¿Por qué?
—No quiero ver a Dani.
—No tienes que estar con él si no quieres, cariño. Puedes jugar con tus amigas.
Mía niega con la cabeza.
—No.
—Cariño tienes que ir al cole, mamá tiene que trabajar —digo.
—Puedo quedarme con Jhon —dice con los ojitos brillantes.
—Jhon también tiene que trabajar, Mía...
Jhon es mi jefe. Ha sido mi salvación desde que el padre de Mía nos dejó cuando nació.
—¿Y con la tita Denna?
—La tita Denna está con el tito Alex en Granada, mi amor... Tienes que ir al cole.
Veo como asiente con la cabeza, a la par que baja la mirada y pone un puchero. Dejo un beso sobre su cabeza intentando aparentar que no tengo ganas de echarme a llorar solo por verla así y continúo mi camino hasta la cocina para terminar de limpiar.
—¿Puedo quedarme con Kiki? —pregunta una vez estamos en el coche.
Cuando escucho ese nombre, ese apodo, siento que puedo desmayarme. Levanto la vista hacia el espejo para mirarla, pero ella está distraída mirando por la ventana.
—¿Kiki? —pegunto con la voz tomada, quiero asegurarme de que he escuchado bien, y de que el corazón no me está jugando una mala pasada.
—Sí, la seño Kiki. Es mi profe de música , y es la más mejor — comenta con una sonrisita.
Definitivamente se refiere a ella. Trago saliva intentando romper el nudo que se me ha creado en la garganta. Sigo sin ser consciente de que pertenece al entorno de mi hija y de que voy a verla.
ESTÁS LEYENDO
Besos en la nariz - Kivi
RomanceChiara y Violeta eran almas gemelas. Todo el mundo lo sabía y tenían envidia de la relación tan bonita y estable de aquellas dos chicas. Ahora, casi siete años después, ninguna de las dos sabe nada de la otra. Chiara es profesora en un colegio inf...