Vida

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Aemond está aferrándose al balde como si su vida dependiera de ello abrazándolo con ambas manos y con su rostro inclinado contra el incomodo borde. Lucerys solo atina a sostener el cabello plateado de su esposo, en otro momento intento acariciar su espalda, pero su esposo le pidió que dejara de hacerlo, aunque bueno realmente no lo pidió, sino que solo gruño y balbuceo un par de maldiciones.

— Saldrá por mi boca— se lamenta Aemond derrumbándose en sus brazos, apoyando su cabeza sobre su hombro. Lucerys suspira y sostiene su rostro, tratando de limpiar con su pañuelo las comisuras de los labios, pero Aemond vuelve a doblarse y vierte lo poco que queda en su estomago sobre el balde de madera que sostiene.

Puede sentir como su cuerpo se sacude ante la fuerza de las arcadas y vuelve a sostener su cabello mientras espera en silencio, no hay nada que pueda hacer para ayudar a su omega. El embarazo de Aemond ha sido complicado y ni los mejores tratamientos del maestre logran hacer que su estómago retenga alguno de los alimentos. No solo es preocupante porque Aemond no ha comido muchos bocados en días sino por la fuerza que hace y en lugar de ganar peso está perdiéndolo.

— Llama a ese incompetente maestre— ordena Aemond moviendo sus hombros en señal de que quiere que se aleje, a estado muy sensible, pero no puede culparlo, imagina toda la carga que lleva encima por cargar al hijo de ambos. Se aparta con cuidado y se apresura a ir en busca del maestre.

El hombre recién ha llegado a Driftmark, no conoce mucho de él, pero hasta ahora había demostrado ser un joven eficiente, sin embargo, Aemond lo mira con recelo ya que no puede ayudarlo a mejorar y esta tratando su embarazo con nuevas técnicas que dice que son una innovación. Patrañas que no funcionan para su omega quien bebe de mala gana el te que le ofrece y finalmente luego de unos minutos puede descansar y se recupera lo suficiente como para arrugar la nariz ante el olor del vomito.

— Estuve leyendo— dice el maestre con entusiasmo acercándose a los dos y tendiéndoles un pequeño saco que huele a hierbas. — Esto ayudara para las náuseas... como les decía estuve leyendo sobre los embarazos de omegas masculinos de su casa y... bueno son todos complicados, se dice que pasara en unos meses, tal vez dos lunas.

Aemond eleva una de sus cejas mirando al joven maestre como si le hubiera crecido una cabeza de mas encima de su pecoso cuello.

— ¿Meses? — indaga Lucerys en nombre de su afectado esposo que se ha quedado quieto sobre la almohada y con los puños presionados con fuerza.

— Si, los omegas masculinos son una anomalía...

— Entonces como soy una maldita abominación anómala, debo de soportar todo el dolor de un embarazo. ¿Eso quiere decir? — pregunta Aemond, sus ojos enrojecidos se oscurecen aun mas y su dedo esta señalando al maestre con enojo.

— No creo que quisiera decir eso— lo tranquiliza Lucerys mirando a su omega con una sonrisa. Se vuelve hacia el maestre con rostro serio. — ¿Verdad? — indaga con el ceño fruncido.

— No, por supuesto que no, lo que quiero decir es que los omegas masculinos solo se dan en la sangre de la vieja valyria, son un caso demasiado nuevo para nosotros, sus embarazos no funcionan igual que el de nuestras mujeres. Pero solo quiero decir con esto que trabajare en ello, buscando alternativas para ayudarlo, como este— señala una bolsita que el mismo sostiene— debe de ayudarlo a relajarse y el aroma lo encandila, se supone que ayuda a sus sentidos.

— ¿Me veo relajado, maestre Turgon? — *gusano* dice Aemond más que una pregunta suena como un desafío, alentando al hombre a terminar con la poca paciencia que le queda. Lucerys sonríe y se sienta a un lado de su esposo atrayendo su mano para acariciarlo.

Relajación (lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora