XIV

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El resto de la semana se me pasó volando.

Estuve estudiando en la biblioteca junto a Enzo porque se acercaba la semana dd parciales, yendo al dormitorio de Val y compañía y pasándome las noches en la torre de astronomía con Matheo.

Pero ya se acercaba el viernes, y todavía no sabía nada de la boda a la que tenía ir. No tenía el vestido, no sabía donde era, ni cómo tenía que ir, la hora...

Quizá al final Theo decidió no decirme nada porque se había buscado a otra chica para hacerse pasar por su novia.

No tenía ni idea, pues aunque en público estuviéramos todo el día juntitos, en privado no hablábamos una mierda. Como mucho nos mirábamos con cara de asco.

Decidí no pensarlo más y busqué su contacto en mi móvil. Podría ir a su dormitorio, pero me daba mucha pereza levantarme de la cama.

Tras estar quince segundos esperando a que contestara, por fin oí su voz al otro lado de la línea;

—Dime, nana —cuando me llamó así, supe que estaba con un grupo de amigos.

A todo esto, seguía sin saber qué significaba ese apodo. Decidí no darle importancia y que ya se lo preguntaría otro día.

Escuché un par de murmullos de fondo, pudiendo reconocer la voz de Draco, Blaise, Regulus, Matheo y hasta de Tom Riddle.

—¿Estás en manos libres, Theo? —Le pregunté, con ese tono meloso que tanto odiaba.

Al escucharme hablar a mí misma, tapé el micrófono de mi teléfono y di una arcada, repuganda con lo que Theodore Nott me estaba haciendo hacer.

—Me pillas cocinando la cena a mis amigos, así que sí.

¿Theodore sabía cocinar? Seguro que estaba jugando algún videojuego y no podía dejar el mando, así que me puso en manos libres. Aunque me costaba imaginarme a Tom jugando video... Jugando, en general.

—Ah. Bueno, tranquilo, no molesto. Quería saber qué va a pasar al final con la boda de tu primo...

Al terminar de decir eso, escuché un silencio sepulcral que duró unos segundos, como si acabara de decir la mayor grosería del mundo.

—¿Hola? ¿Theo? —dije, al no obtener ninguna respuesta por su parte.

—Ya no te escuchan.

—¿Y ellos a tí? —pregunté, solo para asegurarme.

—Tampoco.

—Vale, menos mal. Estaba a punto de potar —Le aseguré, moviéndome en mi cama—. Bueno, ¿entonces? ¿Al final voy contigo o no?

—¿No te ha llegado?

Theodore se oía muy extrañado, incluso algo preocupado. Su estrés me lo pasó a mí, y ahora yo también estaba nerviosa, y ni siquiera sabía por qué. 

—¿El qué?

—Mierda... —Desde mi lado de la línea, pude oír como respiraba profundamente, y me lo imaginé agarrándose del puente de la nariz.

—¿Qué pasa? ¿Qué tenía que llegarme?

—Espera, déjame hacer una llamada.

Y sin dejarme responder, colgó.

Comencé a rebuscar por todas partes cualquier cosa que viniera en un sobre, o en un paquete. Y como es obvio, no encontré absolutamente nada.

Entonces, se me ocurrió revisar si me había dejado alguna nota o una carta dentro de las páginas de algún libro que ya me había devuelto por error.

Revisé todos los que le había prestado recientemente, y no encontré nada. Sin embargo, hice un hallazgo que cabe mencionar: en algunas páginas, Theo escribía pequeños comentarios al lado de los diálogos con lapicero, generalmente quejándose o burlándose del libro en sí. Y en la última, antes de los agradecimientos, siempre dejaba una pequeña reseña del libro.

Me tronché de risa leyendo la reseña de Oliver Twist, que decía:

Qué niño más pesado, todo el día quejándose. No, Dickens, no he llorado con tu puto libro de mierda, deja de intentarlo EN TODAS LAS PUTAS PÁGINAS.

Le doy un seis porque he aprendido bastante de los muggles, no porque me parezca bueno.

Para ser tan malo, un seis era una nota bastante alta. Si soy sincera, a mí tampoco me gustó mucho el libro, se me hizo un poco aburrido. Y sí que parecía que el autor intentaba hacerme llorar a cada rato.

La verdad es que Theodore tenía razón con su reseña.

Rápidamente, busqué el de Asesinato En El Orient Express, porque como le hubiera puesto una mala crítica, iba a asesinarle.

No obstante, no pude hacerlo, ya que me dí cuenta de que mi teléfono llevaba vibrando encima de mi cama como por cerca de un minuto.

—¿Por qué has tardado tanto? —Me escupió Theodore, muy molesto—. Bueno, me da igual.

»Vístete, tenemos que ir a recoger tu vestido.

Mi mandíbula cayó al suelo. Lo había escuchado mal. ¿Me había encargado un vestido?

Sinceramente, fue un detalle por su parte para que no me preocupara o estresara con qué ponerme. O en realidad, probablemente lo hizo porque no se fiaba de mí para elegir el vestido.

—¿Y tus amigos? —dije, acordándome de que no estaba solo.

Nott volvió a respirar profundamente, odiandome por lo que le estaba obligando a  hacer.

—Sobrevivirán a cocinar pasta.

»¿Paso por ti o te espero en la entrada del castillo?

Smoke Curtains {Theodore Nott}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora