3. Ella

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Años después...

Viena

A pesar de que siempre he sido una mujer de mucho carácter, muchas cosas me dominan y lo han hecho por años.

Empecé a trabajar en esta empresa luego del retiro de mi padre, pero según el socio mayoritario no era lo suficientemente capaz para ocupar la presidencia he tenido que  desempeñar el cargo de vicepresidente de ventas desde hace cinco años.

Me casé con Patrick quince años atrás, pero nuestro matrimonio fue solo un error, recién cumplido nuestro tercer año nos divorciamos, no lo culpo por enamorarse de otra mujer, pues ella pareció entenderlo más de lo que yo lo hacía.

Decidí seguir adelante enfocandome en ser una mujer exitosa.

Hace algunos meses vi la esperanza de por fin poder llevar las riendas de esta empresa y conseguir por fin el éxito que tanto anhelo, pero todo eso se fue abajo cuando él volvió, volvió de lo que llamó sus siete años de hibernación, con toda su rigidez y su semblante de falso tirano que sólo lo hace ver como un idiota.

Pero por mi padre y por todo el sacrificio que me ha costado para llegar he tenido que aguantar a ese insolente.

Cuelgo el teléfono con rabia y me levanto de mi asiento para ir hasta la oficina del presidente. Entró sin tocar.

—Eso yo lo veo muy bien Viena — Dice él sin siquiera mirarme.

—De otra forma no puede ser.

—En el momento que salgas por esa puerta pasarán dos cosas, primera; haré una llamada y segunda serás despedida.

—Haz... lo que tú... quieras... —Pongo con fuerza mi carnet sobre su escritorio.

—Te faltará humildad Viena.

—Y todo lo que quieras —Salgo de su oficina dando un portazo.

—¿Dónde está la secretaria del señor Beras?  —Pregunto al salir.

-Aquí estoy —La delgada jovencita se acerca a mi.

—¿Eres casada cariño?

—No señora.

—Ya no trabajas más para el señor Beras —Ella me mira con sorpresa.

—¿Co...

—Te enviaré a otro lado, recoge tus cosas y ve a esta dirección. —Le entrego una tarjeta.

—Pero el señor...

—Linda, las oportunidades son muy escasas, esta es una buena así que ve por tus cosas sin preguntar.

—Si señora —Entro a mi oficina para tomar mi bolso y posteriormente salgo de la empresa, Donde mi chófer me espera.

—Iremos a casa de mi padre —Digo una vez frente a él.

—Si señora, su comida está en la bolsa.

—Muchas gracias Santiago.

—No hay de que —Percibo su sonrisa en el retrovisor y le sonrío de vuelta.

Santiago había sido el chófer de mi madre por muchos años, después de su muerte se quedó para trabajar conmigo y hasta el sol de hoy ha sido el mejor de los chóferes y un gran amigo.

—Don Fermín se ha pasado el día entero intentando convencerme de que no te lleve a casa.

—Lo ha estado haciendo conmigo desde esta mañana.

—Le dije que sería caso perdido.

—¿Que te dijo?

—Me despidió por décimo sexta ocasión —Me hecho a reír.

CONVERGENCIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora