Capítulo 36, Límites

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Chloe

Qué dolor más grande sentía en las muñecas. 

Llevar las esposas esas grises que me había puesto el señorito me habían dejado una buena marca roja en la piel.

En fin esperaba que despertara de este mal sueño lo antes posible. Suspiré, tirándome a la cama enorme, repleta de cojines.

Mi cuerpo se resistía a aceptar mi nueva realidad.

Prácticamente desde que habíamos aparcado el coche, me había estado enseñando la casa de su jefe, al que se suponía que iba a conocer dentro de unos minutos.

No podía estar más pletórica de la emoción.

Nótese el sarcasmo.

Las paredes blancas estaban salpicadas con cuadros de pintura abstracta de colores azul, amarillo y rojo, y los muebles eran elegantes, de tonos beiges y marrones. En la habitación que me había reservado para mí, había un ventanal gigantesco que tenía vistas de la enorme ciudad.

Aunque no podía pisar la calle, al menos tenía privacidad. Qué bien (ironía).

Nada más llegar aquí, había cerrado con pestillo la puerta, así que nadie indeseado entraría a mi espacio sin mi permiso.

O eso pensaba.

Un ruido metálico me punzó en los oídos, y luego ese puto click del cerrojo siendo abierto me erizó los vellos de la nuca. Joder.

No vi nada más que a la persona que andaba con pasos lentos en mi dirección. Esos ojos azules me congelaron la sangre, la vida y el aliento.

Él no, me mordí el labio con rabia.

⎯ ¿Te gusta la decoración que he elegido para nuestro cuarto?⎯ La bilis ascendió por mi estómago y garganta al reconocer su voz. Nadie me había preparado mentalmente para este encuentro.

⎯ Púdrete en el infierno.⎯ escupí las palabras, con las manos temblando. 

De repente, la furia se apoderó todavía más de cada maldita célula de mi cuerpo. Quería pegarle, abofetearle, hacerle llorar por lo que me había hecho.

¿Desde cuándo mi vida se había convertido en un secuestro?

⎯ Ay, Chloe, no te enfades conmigo.⎯ Se le dibujó una sonrisa de lobo en el rostro.⎯ Estarás bien.

⎯ No te creo.

Mi respuesta me ayudó a reprimir las lágrimas que amenazaban con aparecer. Tenía que aparentar ser fuerte y no mostrar mi vulnerabilidad delante de él. No cuando mi mundo entero se estaba derrumbando desde anoche.

⎯ Te viene bien algo de distancia respecto a Adam, y lo sabes. Yo solo...te estoy haciendo un pequeño favor.⎯ Sus zapatos de charol resonaron en el suelo por cada pisada que daba.

Thud. Thud. Thud.

⎯ Aléjate de mí.⎯ Le devolví la mirada fría que me dirigió, cansada emocionalmente de todo esto. De no saber cómo salir de esta situación de mierda. De la incertidumbre, del miedo, de la frustración.

El muy hijo de su madre se acercó aún más, tocándome la mejilla con sus asquerosas zarpas.

⎯ Nunca me voy a alejar de ti.⎯ anunció, como si fuera una condena para los dos. Una especie de tortura, lenta y dolorosa.

Aparté la vista de su cara impecable, y susurré en un hilillo de voz:

⎯ Haré lo que me pidas, pero si vuelvo a casa.

Dulce odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora