Capítulo 11

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Normalmente para Pete los días cotidianos eran lo peor que le podía pasar. La monotonía lo volvía loco, lo estresaba a niveles que no entendía y desde que había llegado a la base, su rutina era exactamente la misma. Pero esta vez no le molestaba esa monotonía.

Cuando su entrenamiento se terminaba a las 7 de la noche, corría a prepararse para su hora extra con Ae; entrenaban y al terminar hablaban de cualquier cosa por más absurda que fuera a los ojos de alguien más, pero para ellos solo era un pretexto para quedarse más tiempo juntos. Era bastante monótono. No hubo cambios durante un mes y jamás eso le molestó.

Adoraba pasar tiempo con Ae, le encantaba la manera en que le contaba cosas sobre él y le aceleraba el corazón la forma en que lo miraba cuando era su turno de hablar. Aunque, puede que la razón de que no le moleste su rutina, es porque desde hace dos semanas agregaron algo más a su lista de cosas por hacer.

¿Acaso hay algo mejor que una buena sesión de besos?

Sin falta, después de cada entrenamiento y al finalizar esas charlas que los unían más, sus labios parecían tener un protocolo que seguir, pues siempre se encontraban. Al principio les costaba ver quien daría el primer paso, pero la tensión sexual alrededor de ellos era tanta que al final importaba poco quien empezara y por qué. 

Pete sabía que tenía que hablar con Ae sobre su relación, tenían dos semanas besándose y aun no aclaraban si eran novios o si alguno solo estaba pasando el rato. Pete rogaba que Ae solo fuera tímido para preguntar, porque si descubría que lo estaba usando, no estaba seguro de poder soportarlo.

Él sabía lo que quería, quería estar con Ae siempre, estaba profundamente enamorado de él y no planeaba perderlo. Dentro de su corazón sabía que Ae también sentía algo por él. La manera en que lo besaba hasta dejarlo sin aliento y con la mente nublada, las ganas que le profesaba en cada gesto y caricia no podía ser solo porque sí.

También tenía que hablar con él sobre eso. ¿Quién se creía que era Ae para dejarlo emocionado después de cada beso y luego irse como si nada? Él también tenía sus necesidades y desde que conoció a Ae esas necesidades se habían hecho más grandes. Si tenía que seducirlo y ser un descarado para que Ae entendiera que Pete también lo deseaba, lo haría.

Iba caminando a la oficina de su general, no por cuenta propia, sino porque el mismo Ae lo mandó llamar. Era la hora del almuerzo así que no perdería lecciones y todos estarían en el comedor. El momento de hablar debía de ser ahora.

Se detuvo frente a la puerta y tocó tres veces. Esperó solo unos segundos hasta escuchar la voz profunda del otro lado invitándolo a pasar.

Abrió la puerta y una vez adentro olvidó todo lo que había planeado decir.

Ae estaba ahí sentado en su escritorio con su computadora, traía las mangas dobladas hasta los codos y un mechón de cabello le cubría parte de la cara, pero eso no lo dejó sin palabras, eso normalmente lo dejaba mudo todo el tiempo. El problema era que Ae traía anteojos y se veía jodidamente perfecto. ¿Cómo podía ser tan guapo con un accesorio tan sencillo y común? Definitivamente tenía que hablar con él sobre dar ese siguiente paso en su relación, sea cual sea.

-Hola—saludó Ae sonriente.

Diablos. Esos anteojos combinados con su sonrisa eran lo mejor del mundo.

-H-Hola—dijo con la voz temblorosa.
- ¿Estas bien? Tienes la cara roja, ¿hace mucho calor afuera? —preguntópreocupado mientras se levantaba de su silla y caminaba hacia Pete.
-Sí, hace algo de calor. 

Ae se paró frente a Pete y colocó su mano en su frente con una mirada de preocupación notable en el rostro. Aún tenía los anteojos puestos, olía delicioso, se veía guapísimo y sumándole a eso sentir sus manos en su cara... Pete estaba a punto de desmayarse.

Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora