—Emilia, siéntate, tenemos que hablar —dijo Karen palmeando el sillón de su sala.
—La abuela me espera —dijo algo irritada.
—Es de ella que quiero hablarte.
– ¿Le pasó algo?
–No, pero quiero decirte algo que quizás te duela y mucho.
Emilia la miró sorprendida; quizás el veneno que largó su tía había hecho efecto.
—La abuela no te reconoce, solo...
—Lo sé —contestó Emilia impasible. —Suspiró—, me di cuenta el día que la encontré en la plaza de las palmeras, ella solo...
Karen miró a su hija enternecida: —Tienes prohibido leer las cosas que lees a tu abuela; según tu tía podrían empeorar su estado.
—No me pidas eso, mamá, le hace feliz que le lea sus historias.
–Si sigues, me veré obligada a no dejarte ir más.
Esa fue la sentencia de su madre; Emilia no lo pudo resolver; por esa razón debía contarle a su abuela. Al entrar vio a su tía sentada a los pies de la estufa.
—¿La abuela?
—Está en su cuarto, me dijo que no tenía ganas de estar en la misma habitación que yo.
—¿Está de mal humor?
—De perros, espero no le leas esas historias macabras; temo que me haga lo mismo un día de estos.
Emilia no sabía que responder y rápidamente fue con su abuela.
—No pudiste resolverlo ¿verdad?
—No, tus hijas no quieren que lea mientras estamos juntas.
—Bien, por lo pronto leeré yo entonces.
–Pero...
—Ellas no quieren que tú leas.
Su abuela miró su cara y sin decir más arrancó la lectura:
"En la tribu de los Aidualc estaban pasando cosas raras; todos estaban sumidos en una servidumbre de manos de los moritas. Gerard, perteneciente a la familia más humilde y débil de toda la tribu de los Aidualc, menor entre sus hermanos, valiente pero sin saberlo. Él cosechaba trigo y escondía parte de su producción para no morir de hambre. Esa tarde estaba en su campo cosechando, cuando de repente algo parecido a un ángel se le presentó; era un ser con forma humana, pero éste resplandecía como el sol. Gerard tembloroso se acercó a aquel lugar donde estaba aquella persona que brillaba más de lo debido...
-Quien eres?- preguntó
–Guerrero valiente.
Gerard no sabía si reír o salir corriendo. Lo habían llamado guerrero a él, un simple granjero, el más pobre y débil de su tribu.
—Tengo un mensaje para ti, tú serás el libertador de tu pueblo.
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Los Aidualcs
Short StoryEn un tranquilo pueblo donde el tiempo parecía detenerse entre las páginas de los libros, vive una abuela, cuya mujer pelea una batalla silenciosa: el Alzheimer. Lúcida en sus mejores momentos, se refugia en la lectura de una de sus historias como u...