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Australia 2014

El amanecer de la temporada de Fórmula 1 en el circuito de Melbourne siempre traía consigo un torbellino de emociones y anticipación. El aire estaba cargado con la energía de los motores rugiendo a la distancia, y el bullicio del paddock era casi palpable. Los pilotos, con sus semblantes de concentración, se desplazaban por el área, cada uno inmerso en sus propios rituales y preparativos. En medio de este vibrante entorno, destacaba la figura de Astin Celin Dara Bianchi, una joven que estaba a punto de hacer su tan esperado debut en la Fórmula 1.

Astin caminaba junto a Lewis Hamilton, ambos riendo y conversando animadamente. La camaradería entre ellos era evidente, y su risa resonaba como una melodía alegre en medio de la seriedad del ambiente. Vestían ropa holgada y cómoda, un contraste refrescante con la formalidad de sus trajes de carreras que esperaban en el motorhome.

Sus gorras del equipo Mercedes no solo los protegían del sol sino que también los identificaban como parte de uno de los equipos más prestigiosos de la parrilla

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Sus gorras del equipo Mercedes no solo los protegían del sol sino que también los identificaban como parte de uno de los equipos más prestigiosos de la parrilla.

—Asda, ¿cómo te sientes de tocar un monoplaza de F1? —preguntó Lewis, utilizando el apodo cariñoso que le había puesto a Astin desde sus días en las categorías inferiores.

Astin sonrió, aunque sus ojos delataban una mezcla de nerviosismo y emoción contenida. —Estoy bastante nerviosa —admitió, su voz teñida de honestidad. Para cualquier piloto, el primer contacto con un monoplaza de Fórmula 1 era un momento trascendental, y para Astin, este día marcaba el inicio de un sueño que había perseguido desde niña.

Llegaron al motorhome del equipo, un refugio temporal donde podrían relajarse y planificar antes del gran día. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, proporcionando un breve momento de calma en medio de la vorágine del paddock.

Lewis, siempre el amigo alentador, puso una mano en el hombro de Astin, ofreciendo un gesto de apoyo sincero. —No debes estar nerviosa, Asda. Por algo Toto te eligió —dijo con una sonrisa reconfortante. Toto Wolff, el carismático director del equipo Mercedes, había depositado una gran confianza en Astin, seleccionándola no solo por su talento, sino también por su determinación y carácter.

Astin asintió, asimilando las palabras de Lewis. El respaldo de Toto Wolff era un honor inmenso, pero también una carga pesada de responsabilidad. Sabía que cada movimiento suyo en la pista sería observado minuciosamente, no solo por el equipo, sino por toda la comunidad de Fórmula 1. Cada curva, cada aceleración y cada frenada serían momentos críticos en su carrera.

Mientras tomaban sus cafés, la conversación entre Astin y Lewis fluyó naturalmente. Hablaron de sus expectativas para la temporada, de los retos que enfrentarían y de las estrategias que podrían adoptar. Las palabras de Lewis, cargadas de experiencia y sabiduría, ayudaron a calmar los nervios de Astin, infundiéndole una sensación de seguridad y confianza en sí misma.

La convivencia animada entre Astin y Lewis se vio interrumpida de manera repentina cuando Daniel Ricciardo apareció en escena, acompañado por Sebastian Vettel, Jules Bianchi y Max Chilton, el compañero de Jules. La llegada de estos amigos cercanos trajo consigo una oleada de risas y comentarios jocosos, haciendo que el ambiente se llenara de una energía cálida y acogedora.

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