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—¡Eres un maricón! ¡No puedo creer que mi único hijo hombre sea un marica! —dijo el hombre agarrando al delgado chico del cuello de su camisa escolar, apretándolo fuertemente y dificultándole respirar. —¡Esto es culpa de tu madre! —exclamó dejando caer al pelinegro.

—Perdón. —dijo con la voz entrecortada, los ojos llorosos y la cabeza hacia abajo.

—¡Y ahora lloras! ¡Anda a tu cuarto, no te quiero ver! —Eitan estaba temblando.

— Está bien. —dijo secándose las lágrimas con el dorso de su mano para posteriormente irse a encerrar a su habitación.

Eitan no sabía cómo llegó a esa situación, no sabía cómo fue que su papá llegó al momento justo para encontrarlo de esa manera con Thoma, no estaban haciendo nada malo, solo querían estar juntos, ¿Cómo mierda fue que su padre llegó justo cuando Thoma lo besó? ¿Por qué todo estaba en su contra? Ahora Thoma lo odiaría, su padre lo había amenazado y golpeado hasta dejarlo sangrando, estaba seguro de que Thoma no volvería a hablarle después de eso.

—¡Y no quiero volver a verte con el maricón de mierda de tu amiguito! —dijo su padre a través de la puerta, dándole a esta varios golpes con la palma de su mano para que Eitan comprendiera su enojo.

—Está bien, papá. —dijo el chico abrazando sus rodillas en una esquina de su cuarto.

—¡Deja de llorar! ¡Yo no soy padre de un marica como tú! —gritó el hombre.

—Está bien. —dijo el chico.

Ahí terminó esa conversación.

Escuchó pasos alejarse de la puerta de su habitación, subiendo las escaleras y finalmente oyó una puerta siendo azotada con fuerza, el estruendo hizo que se sobresaltara.

Luego de unos minutos, escuchó unos golpes en su puerta, se secó rápidamente las lágrimas y habló.

—¿Quién es? —dijo en un torpe intento por que su voz sonara normal.

—Ei, soy yo. —dijo una voz conocida desde el otro lado de la puerta. —¿Puedo pasar?

—Claro que sí, pasa, Nat. —dijo sin levantarse de su cama para luego ver como la niña entraba a su habitación y lo abrazaba, el chico rompió en llanto.

—¿Qué pasó? —preguntó su media hermana con los ojos hinchados, había estado llorando, lo había escuchado todo.

Natye era la hija de su papá y su actual pareja, era sólo una niña de once años, pero a pesar de la diferencia de edad, tenían una confianza como si fuesen contemporáneos.

Eitan le contaba todo a su hermana, ella era la única persona que lo escuchaba y entendía aparte de Thoma, su ahora ex "casi-algo".

—Nat, él lo sabe, me vió con Thoma, ¿Cómo me pudo haber encontrado? Se suponía que no me iba a recoger hoy de las clases. Hizo un escándalo, Thoma y yo estábamos detrás de la escuela, ¿Cómo nos encontró? —dijo el chico llorando.

—Ei, tranquilo, todo estará bien. —dijo la niña acariciando el lacio cabello del pelinegro.

—No lo creo, nada va a estar bien, no si sigo viviendo con él. —dijo el chico rasguñándose los brazos por la ansiedad e impotencia que estaba sintiendo —No tengo a dónde ir.

—Ei, créeme, vas a salir de esto, en cuatro años vas a poder irte. —dijo la niña, tratando de consolar al chico.

—Pero cuatro años es mucho tiempo, desearía poder irme ahora mismo. —dijo desanimado.

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⏰ Última actualización: Jul 05 ⏰

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