Capítulo 35

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Kass


Llevaba unos días extraños, Chris llevaba unos días comportándose diferente, melancólico y algo distante, esto me estaba comiendo viva.

No entendía qué era lo que sucedía.

Pensé que todo estaba bien.

Necesitaba hablar con él y necesitaba hacerlo ya.

Le había pedido que viniera a mi casa, quería estar tranquila para hablar de lo que sea que lo estuviera perturbando, pero, a decir verdad, sí tenía un rastro de nervios tatuado en todo mi cuerpo.

Ya llevaba la cuarta taza de té calmante y esa mierda no estaba ayudando demasiado.

Escuché toques calmados en la puerta que llamaron mi atención y me sacaron de mi bucle, me acerqué a ella y la abrí.

Ahí estaba él, mi corazón emocionado dio un vuelco en mi pecho y mis labios inconscientes dibujaron una sonrisa.

Lo invité a pasar y su figura llenó todo el espacio.

Se dejó caer en mi sofá y me senté a su lado.

Posé mis iris en los suyos mientras enlazaba nuestras manos—¿Está todo bien? —inquirí calmada.

Desvió sus ojos esquivando los míos—Sí—respondió vagamente.

Una de mis cejas se arqueó incrédula—No suenas muy convincente, ¿sabes?

Un silencio denso llenó la habitación tras mis palabras y buscó mi mirada de nuevo.

—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad? ¿Qué te está molestando?

Vi la indecisión tormentosa perturbando sus orbes—No puedo seguir así.

—Así. ¿cómo? —pregunté con tono tranquilo.

—Nosotros, no debemos seguir con esto—anunció con timidez y con la cabeza baja.

No estaba entendiendo nada, si era una broma en serio no era graciosa.

Tenía que manejar calmada la situación, si no las cosas se saldrían de control.

—¿Por qué dices eso? Podemos hablar las cosas. Dime, ¿qué es lo que te preocupa?

Pensé por algunos instantes que no diría una palabra, pero habló—Kass, no puedo.

—¿Qué es lo que no puedes?

Vi que su irritación aumentaba, esto le resultaba frustrante—No puedo dejar que sigas conmigo.

—Pero, ¿por qué? —insistí.

Su pecho bajaba y subía violento y, cuando ya no lo pudo retener más, lo soltó—No lo hagas más difícil de lo que ya es, créeme que no quiero hacer esto, es lo mejor para ti.

La molestia se fue filtrando en mi cerebro y me borró la visión—No puedes pretender que voy a dejar de estar con la persona que amo sin una explicación, las cosas no funcionan así—aseguré exaltada.

Admiré cómo su expresión se congelaba y sus ojos se abrían sorprendidos—¿La persona que amas?

—Sí, Christian, la persona que amo—dije con cautela.

Una sonrisa triste apagó su semblante—¿Cómo puedes amar a alguien tan jodido como yo?

Me agaché para poder encontrarme con sus pupilas oscuras—Christian Cooper, te amo, te amo de todas las formas posibles, en mente, cuerpo y alma, amo todo lo que eres y para mí, siempre y digo siempre, serás suficiente—recalqué con firmeza mientras lo miraba con cálida comprensión en todo el rostro.

La Melodía de tu VozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora