¿Aliados?

137 16 1
                                    


Mi respiración es acelerada.

Mis latidos revolotean en mi pecho.

La salitre del agua se percibe en el ambiente.

Y la cuenta atrás poco a poco le queda menos.

Sigo sin encontrar a Peeta.

Todo esto, en diez segundos. Y el bum resuena, haciendo que mi cuerpo, inconscientemente, se eche hacia delante para caer de cabeza sobre agua, abriendo los ojos a pesar de la salitre para poder ver algo mejor. Aún así, no tardo mucho en llegar a la pasarela rocosa y, haciendo uso de toda la fuerza que mis débiles brazos pueden tener en este momento, me impulso para llegar hasta arriba.

Me resbalan las manos, las mallas y las botas, así que mientras corro, también hago equilibrio para no caerme de vuelta al agua. Las rocas también están empapadas, y una que otra vez en mi camino me he torcido levemente el tobillo por mirar hacia otro lado. El resto de los tributos corren lo más rápido que pueden para llegar al centro, y yo no voy a ser menos.

Bueno, al final, no duró mucho esto de la "paz". Aunque para qué engañarme, lo sabía a la perfección.

Cuando llego, me abalanzo sobre el arco y las flechas que se encuentran en la cornucopia, o al menos, esa era mi intención ya que, de pronto, un cuchillo se interpuso en mi camino, teniendo que forzar un giro y agacharme para no acabar muerta tan pronto comenzar. Cuando vuelvo a elevar la mirada, me mareo ante la velocidad que tomo, pero puedo observar la tributo del distrito 2 observarme.

Fue ella.

Quiero responder, pero a la vez no y, cuando me doy cuenta de que aún no tengo arma alguna para defenderme, creo que solo me queda el plan de quedarme quieta o ir a por el arco. Y tengo pensado ir a por él.

Intercambio la mirada entre el arma y mi agresora, la cual parece que se ha dado cuenta de mis planes porque, tan pronto como salgo corriendo hacia este lugar, ella me sigue, agarrando todo lo que tiene a su lado para lanzármelo. Está muy lejos como para pararme, y lo sabe a la perfección. Por eso, cuando agarro el arco y coloco con rapidez la primera flecha, ella se queda paralizada.

Le apunto al corazón, pero al observar su miedo en la mirada, la tensión de sus músculos y lo congelada que está por el terror de morir, no puedo evitar que sienta un dolor punzante en el corazón.

Me veo reflejada en ella y, sin poder evitarlo, desciendo el arco.

Escucho cómo otro arma está a punto de llegar por detrás mía, así que aparto la mirada de la mujer y la dirijo a mis espaldas, percatándome de una lanza viniendo a toda velocidad hacia mí. No tengo tiempo de reaccionar, y todo está pasando muy rápido. Me abrazo y me tapo la cara, cerrando los ojos como si de esta manera pudiera evitar lo inevitable.

Estoy muerta.

O al menos eso pienso, por segunda vez en qué, ¿diez minutos?

Esto sí que se le llama tensión en el cuerpo.

Entonces, cuando abro los ojos al no sentir nada, veo la silueta de una persona enfrente de mí, de pie, y a unos metros, el chico que me lanzó la lanza de encuentra en el suelo, con un tridente en el pecho el cual coge segundos después el desconocido. El sol me da en la cara y no me deja ver de quien se trata.

Se vuelve a acercar a mí y me da la mano para ayudarme a levantar.

- Vamos, chica en llamas.

Esa voz la reconozco de golpe.

Finnick.

- No me pienso fiar de ti, Finnick. - respondo, levantándome por mí misma y agarrando el arco.

En Llamas {Peeta y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora