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Carlos es bueno respetando la deciones de los demás, sus padres le educaron para respetar las opiniones y los límites de cada persona, tampoco es el tipo de pareja celosa, puede que tenga inseguridades, pero también sabe comunicar estas a tiempo, así que eso nunca fue un problema en ninguna de sus relaciones anteriores. Sin embargo, cuando Charles lo sentó en el precioso sofá blanco que eligieron para el apartamento de ambos en Mónaco y le pidió terminar con su relación, lo único que salió de su boca tras minutos de procesar la situación fue un "no".

Que, obviamente no funcionó, porque esos lindos ojos verdes que lo miraban con culpa, le dijeron que la decisión estaba hecha y no había vuelta atrás, así que, una vez más se comportó como el hombre que fue criado para ser y abrazó al monegasco por última vez, le deseó buena suerte, y recibió un último beso en los labios que terminó de romperle el corazón en mil pedazos.

Esa noche vio al amor de su vida salir por la puerta de su hogar, esa noche fue terriblemente fría, helada incluso, o así lo sintió él, pero decidió dormir en el sofá, el hermoso y estúpidamente incómodo sofá blanco que Charles amaba, con una manta delgada cubriéndolo para que pudiera despertarse fácilmente, porque tal vez Charles volvería más tarde y se disculparía, y le diría que solo estaba pensando de más, hablarían como siempre y luego se abrazarían para dormir, debería dormir más cerca de la puerta para poder despertarse al oírlo entrar, o escuchar los golpes en caso de que su pareja hubiera olvidado sus llaves otra vez.

Estaba en negación, claramente. Pero no se dio cuenta hasta que se despertó al día siguiente y Charles no volvió a por él, no se dio cuenta hasta que por fin dejó de decirle al cachorro que adoptaron meses antes y seguía llorando todo el día frente a la puerta, que su padre volvería pronto para llevarle a uno de esos largos paseos a los que Charles solía llevarle y, en lugar de eso, cogió el lazo y se llevó al perro a dar un paseo de dos horas por la playa un domingo por la mañana, el último domingo de las vacaciones de invierno.

Los últimos tres días antes de volver al trabajo, los pasó pudriéndose en la cama.... Bueno, en lo que cabe, pues era más bien levantarse, entrenar y luego volver a la cama. Lloraba mucho hasta el punto de que le dolía la cabeza y se le inflamaba la garganta, también perdió el apetito, al intentar tragar la comida sentía como si estuviera comiendo rocas, así que acabó comiendo, a duras penas, una vez al día, pero diciéndole a su entrenador que todo estaba tan perfecto como siempre, que el peso que había perdido debía de ser la nueva rutina de ejercicios, y al fin y al cabo, menos peso en realidad ayudaba a que el coche se moviera más rápido, ¿no?

Entonces, por fin llegó el día y ahora está fingiendo la mayor de las sonrisas a una cámara, sin entender ni una sola palabra de lo que dice el periodista que tiene delante, responde con oraciones vagas, todos le celebran.

Entra en el garaje, todos están allí hablando, vestidos de rojo fuerte y esperando el momento de ponerse los cascos y los auriculares. Él también está allí, su Charlie... está tan guapo, su sonrisa es radiante, después de todo Carlos es una de las pocas personas que realmente sabe lo mucho que el monegasco ama su trabajo y la felicidad que siente al caminar por el paddock. Al contrario de Carlos, Charles no tiene ni una sola imperfección, nada que haga pensar que acaba de salir de una larga relación.
Carlos no puede ni mirarse al espejo más de diez segundos, sus ojeras le obligan a ponerse gafas de sol, su pelo no se comportaba hoy y después de llorar por ello durante diez minutos sentado en la tapa del váter, finalmente se puso una gorra de Ferrari y salió de la habitación.

El primer día de práctica fue genial, dejando de un lado las pocas veces que pensó que chocar con fuerza contra un muro a 300 km/h podría reducir el dolor que sentía en su corazón.

En cuanto saltó del coche le pidió a su asistente que le asegurará una cita con un psicólogo para esa misma semana. Después dio las gracias a su equipo por el día, señaló algunas cosas sobre el nuevo coche y también escuchó atentamente los consejos que le dieron acerca de su conducción.

In mad need of love - CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora