Capítulo 11: El Centro De Nexópolis

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Terminadas dichas palabras, la comandante dio media vuelta y caminó firmemente, indicando con su actitud que debían seguirla. Los cuatro amigos se miraron entre sí y, apresurándose, la siguieron tratando de alcanzarla.

La mujer, haciendo un ademán con su mano, llamó a unos oficiales que custodiaban la salida, esperando por ella para escoltarla.
Los guardias en sus lustrados trajes magenta, ni lentos ni perezosos, marcharon en su dirección, al ritmo del compás resonando sus brillantes botas como banda de guerra.

Frente al banco se encontraba una caravana rodeada por más agentes armados que custodiaban los vehículos, esperando a la comandante. Un oficial de mediana edad, que, a diferencia de los otros, no usaba un traje de combate, en su lugar vestía un traje negro brillante de fibras muy finas, y un carnet dorado a su pecho grabado con el nombre de "Coronel P. Blake". Este esperaba frente a la puerta de uno de esos vehículos, se acercó a Liora y, al mirar de reojo a sus peculiares acompañantes, cambió su posición firme de saludo, mirando extrañado a su superior.

—Estos jóvenes ayudaron a detener a los enmascarados. Con su ayuda y valentía salvaron a los rehenes, incluyéndome, y prometí ayudarlos a buscar su hogar —dijo la comandante ante la mirada dudosa de su compañero.

El oficial, ligeramente disgustado, pero sin más que agregar, les dio la bienvenida, agradeció por su apoyo y los invitó a adentrarse al vehículo que el mismo pilotearía.

Era una aeronave de transporte, elegante y pulida, de suaves contornos, con una forma similar a la de una espaciosa limusina, sin ruedas, flotando a unos centímetros del suelo. Las puertas se elevaron, abriéndose automáticamente con un suave zumbido, iluminando su interior, indicando la comandante Zenith, a subir con un gesto amistoso.

—Suban, no tenemos tiempo que perder —dijo, Zenith entrando al vehículo.

Los cuatro amigos se miraron entre sí, aún asombrados por lo que estaba sucediendo, y luego subieron a la aeronave. El interior era espacioso y cómodo, con asientos de diseño ergonómico y pantallas que mostraban información en tiempo real sobre la ciudad y su entorno.

—Esto es increíble —murmuró Luna, observando cada detalle a su alrededor.

Elliot no pudo evitar tocar la superficie suave de los asientos, sintiendo la textura fría y lisa bajo sus dedos.

—Sí, parece sacado de una película —añadió, Elliot maravillado.

La comandante Zenith sonrió ligeramente ante sus comentarios y, una vez todos estuvieron sentados, la aeronave se elevó suavemente en el aire, despegando con una gracia sorprendente. El interior se llenó de un suave zumbido mientras se desplazaban, y los amigos intercambiaron miradas de incredulidad.

Mientras volaban hacia la base, Dorian aprovechó para observar la ciudad desde arriba, viendo cómo las calles y los edificios se convertían en una red intrincada de luz y movimiento. Sus ojos se iluminaban ante la danza de las luces holográficas y el suspiro de sus labios empañaba los cristales de la ventana.

—Comandante, ¿qué lugar es este exactamente? —preguntó Dorian, incapaz de contener su curiosidad.

—Están en el centro neurálgico de Nexópolis, capital de las Naciones Unidas Interplanetarias —respondió Zenith con voz firme—. Nuestra base es el corazón de nuestras operaciones, donde investigamos y protegemos a quienes lo necesitan.

Luna, todavía procesando todo lo que veía, hizo otra pregunta:

—Comandante, ¿en qué año estamos?

Zenith la miró con una ligera sonrisa y respondió sin vacilar:

—Estamos en el año 2019.

Los cuatro amigos se miraron entre sí, confundidos. La comandante, al notar sus rostros de incredulidad, agregó inmediatamente:

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