Capítulo 1.

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La penumbra de la galería de arte se disolvía lentamente, dejando paso a la iluminación precisa que destacaba cada obra colgada en las paredes. El lugar respiraba un aire de misterio y expectación. Las sombras danzaban entre los lienzos, como si susurraran secretos del pasado a los pocos visitantes tempranos.

En una esquina, una figura alta y delgada observaba atentamente una de las piezas. Era Alexander Valmont, un artista reconocido tanto por su talento como por su arrogancia. Sus obras eran un reflejo de su tormento interno, un mosaico de emociones crudas y viscerales que desafiaban la percepción tradicional del arte. Con su cabello desordenado y su mirada penetrante, Alexander parecía un lobo solitario en medio de una multitud.

La crítica había sido dura con él últimamente, en especial un artículo devastador de Sophie Durand, la crítica de arte más influyente de la ciudad. Sus palabras habían sido tan afiladas como una cuchilla, desnudando las inseguridades de Alexander y exponiéndolas al público. La enemistad entre ellos se había vuelto casi legendaria, con sus disputas llenando las páginas de las revistas de arte.

-¿Qué haces aquí tan temprano, Valmont?- La voz de Sophie resonó en la galería, cortando el silencio como un bisturí.

Alexander se giró lentamente, encontrándola de pie en la entrada. Sophie era todo lo contrario a él: pulcra, controlada y con una elegancia que parecía intocable. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de curiosidad y desafío, siempre listos para desentrañar la verdad detrás de cada obra.

-Podría preguntarte lo mismo, Durand- replicó él, con una sonrisa sarcástica dibujada en sus labios.

Sophie se acercó, sus tacones resonando en el piso de mármol. La tensión entre ellos era palpable, una corriente eléctrica que parecía vibrar en el aire.

-Me invitaron a la inauguración- respondió ella, deteniéndose frente a uno de los cuadros de Alexander. -Aparentemente, tu reputación aún no está completamente arruinada.

La sonrisa de Alexander se ensanchó. -Tus críticas no pueden destruir el verdadero arte, Sophie. Solo lo hacen más fuerte.

Ella arqueó una ceja, acercándose más al cuadro. -¿Eso crees?- Sus dedos rozaron ligeramente la superficie del lienzo, como si intentara sentir la emoción que Alexander había vertido en su creación. -¿Y qué se supone que significa esta vez? ¿Otra representación de tu sufrimiento incomprendido?

Alexander la observó en silencio por un momento, sopesando sus palabras. -Es una exploración del dolor y la redención. Un viaje a través de las profundidades de la desesperación para encontrar la luz.

Sophie se alejó del cuadro, cruzándose de brazos. -Siempre tan dramático, Valmont. ¿Alguna vez considerarías hacer algo más... accesible?

-El arte no es para ser accesible- contestó él, sus ojos fijos en los de ella. -Es para desafiar, para provocar, para hacer sentir.

Un silencio cargado se instaló entre ellos. Las palabras de Alexander parecían resonar en el espacio vacío, encontrando eco en las paredes de la galería.

-Sabes, Alexander- comenzó Sophie, su tono cambiando ligeramente -, a pesar de nuestras diferencias, hay algo que no puedo negar: tu obra tiene una intensidad que pocos logran. Pero intensidad no siempre significa calidad.

Él frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, una nueva figura apareció en la galería. Era Julian, el curador de la exposición, un hombre de mediana edad con una energía contagiosa y un amor profundo por el arte.

-¡Ah, mis dos personas favoritas en el mismo lugar!- exclamó, acercándose con una sonrisa amplia. -Espero que no estén planeando asesinarse mutuamente antes de la inauguración.

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