Capítulo 4.

3 2 0
                                    

Narra ella:

La cerradura de la puerta del apartamento de Alexander hizo un clic final cuando se cerró detrás de mí, dejando un eco en el silencio de la noche. Caminé por el pasillo oscuro del edificio, mis pasos resonando suavemente sobre el suelo de mármol. Sentía la brisa nocturna filtrarse por las ventanas abiertas, trayendo consigo un susurro de promesas y desafíos.

Mientras bajaba las escaleras, me sorprendí a mí misma reflexionando sobre la noche que había pasado en su compañía. Alexander era una amalgama de contradicciones: apasionado y atormentado, brillante y quebrantado. Había algo en su vulnerabilidad que resonaba en mí de una manera inquietante, como si nuestros espíritus compartieran un dolor similar, aunque manifestado de maneras muy diferentes.

Salí a la calle y el bullicio de la ciudad me recibió con su abrazo familiar. Las luces de los coches pasaban veloces, reflejándose en los charcos de agua que brillaban bajo los faroles. Caminé por la acera, sintiendo la vida nocturna de la ciudad latir a mi alrededor, un contraste vivo con el silencioso santuario del apartamento de Alexander.

-¿Qué estoy haciendo realmente?- me pregunté en voz baja, perdiéndome en mis propios pensamientos.

Mi carrera como crítica de arte siempre había sido mi refugio, una armadura que me protegía de los sentimientos que no quería confrontar. La brutal honestidad que empleaba en mis críticas no era solo una herramienta profesional; era una forma de mantener el control, de asegurarme de que nadie pudiera herirme como lo había hecho en el pasado. Pero con Alexander, esa armadura se estaba resquebrajando.

Llegué a mi apartamento y, al cerrar la puerta detrás de mí, el silencio me envolvió como un manto. Mi hogar era un reflejo de mi personalidad: minimalista y ordenado, con cada pieza de mobiliario cuidadosamente seleccionada. Me quité el abrigo y lo colgué en el perchero, antes de dirigirme a la cocina para servirme una copa de vino. Necesitaba algo que calmara la tormenta de pensamientos que Alexander había desencadenado.

Me dirigí al salón y me dejé caer en el sofá, observando las sombras danzantes que las luces de la ciudad proyectaban en las paredes. La colaboración con Alexander sería una prueba tanto para él como para mí. Él necesitaba mi honestidad brutal para desafiar sus límites, pero yo también me enfrentaría a mis propios demonios en el proceso.

Tomé un sorbo de vino, permitiendo que el líquido cálido me relajara. Recordé la intensidad en los ojos de Alexander mientras hablábamos de su arte, la pasión que emanaba de cada palabra que pronunciaba. Era un hombre consumido por su búsqueda de significado, y en esa búsqueda, había una desesperación que me resultaba dolorosamente familiar.

-Quizás esta colaboración sea más que un desafío profesional- reflexioné, mi voz resonando en el espacio vacío. -Tal vez sea una oportunidad para ambos de encontrar algo que hemos estado buscando.

Apoyé la copa en la mesa y me levanté, sintiendo la necesidad de hacer algo con mis manos. Me dirigí al pequeño estudio que tenía en mi apartamento, un espacio que rara vez utilizaba pero que siempre me brindaba consuelo. Encendí la lámpara de escritorio y miré el lienzo en blanco que me esperaba. Había algo en la pureza del blanco que siempre me resultaba atractivo y aterrador al mismo tiempo.

Tomé un lápiz y comencé a esbozar, dejando que mis pensamientos se tradujeran en líneas y formas. Las imágenes de la noche con Alexander comenzaron a fluir: su expresión intensa, la energía de su estudio, la conversación que habíamos compartido. Cada trazo era un intento de capturar la esencia de esa interacción, una manera de entender lo que realmente había sucedido.

La figura de Alexander tomó forma en el lienzo, pero no como un retrato literal. Era una representación abstracta, una amalgama de emociones y energía. Las líneas eran angulosas y dinámicas, reflejando la tormenta interna que percibía en él. A medida que trabajaba, me di cuenta de que no solo estaba dibujando a Alexander; también estaba explorando mi propia reacción hacia él, el impacto que tenía en mí.

La Crítica del Arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora