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Ojalá poder volver a acariciar tu fino y liso rostro, tan pálido como el papel. Y enterrando mis dedos en tus apachurrables mejillas.Gran muñequita de porcelana, de ojos vacíos y penetrantes, tu belleza nunca me dió miedo.
Una muñeca que pudo recuperar su luz, solo para volver a apagarse, como una despedida antes de la tormenta.
La galaxia de pecas bajo tus claros ojos azules parecían chispitas de chocolate.
—Christy... —susurré aquella vez, como si no quisiera ser escuchada, un hilito de voz apenas audible. Si pudiste oírlo, tú siempre tuviste un buen oído.
Tiradas en el seco pasto, yo hacía arriba y tú hacía abajo, manos entrelazadas y un leve viento acariciando cada parte de nuestro ser, con la sombre de un enorme árbol haciéndonos la más cálida compañía. Observo y observo... ¿por qué no hay flores cerca? ¿Se habrán marchitado o jamás hubo ninguna?
—¿Mhn? —amaba esos pequeños soniditos que emitías, música pura limpiando mis oídos. Tu voz serena y dulce me causaba tanta paz, la más blanca de todas.
—Chris... siempre estaré contigo, a tu lado.— empecé. —Nunca me quieres decir nada, realmente... nunca sé qué es lo que sientes o piensas, entonces, no sé si te he llegado a molestar o incomodar y no tengas la confianza de decírmelo en el momento. No me importa que no hables mucho, te daré el espacio y tiempo que necesites para que puedas abrirte más, para que digas lo que quieras sin que se te corte la voz, tampoco quiero presionarte con eso. Porque bueno, apenas llevamos dos meses de amistad, pero créeme que has hecho mucho por mí. El simple hecho de no juzgarme cuando parece que tengo problemas mentales es muy bonito, o escucharme a pesar de que nunca me callo la boca, el ser muy inquieta y traerte en rastra a todas partes y que nunca te quejes es un alivio que tengo.
Callo y suspiro un poco, para después proseguir:
—Sin embargo, los últimos días me puse a pensar... ¿y si realmente te estoy irritando y no me lo quieres decir por pena? Y el punto es ese, quiero que conmigo puedas tener esa confianza de expresarte cuando quieras, pues estás en todo tu derecho de hacerme saber cuándo parar ante algo que no te agrade. Sé muy poco de tí, y no tengo ningún problema con eso como antes mencioné, pero esto si necesito saberlo para no ser una mala amiga. Quiero intentar ser lo más curativa posible para tí, prometo que intentaré ser un besito para tu corazón. Que sepas que desde ahorita tienes a una persona fiel que nunca te dejará tirada, tienes mi palabra. Así que, te ofrezco a responder mi duda, porfis...
Sentí como apretaste ligeramente mi manita. Simplemente te enderezaste quedando sentada y con varias hojitas decorando tu rosado cabello. Tú, irradiando aquella tranquilidad, añadiste con un tono despreocupado:
—Le diste muchas vueltas al asunto, Nikita. ¿Por qué crees que no tengo amigos? —miraba fijamente tus orbes, perdiéndome en la pregunta, las palabras se atascaron en mi garganta, no supe qué decir, y continuaste: —Constantemente le digo a la gente lo que está dentro de mi cabeza, lo que pienso de verdad, nunca lo guardo, sale naturalmente. Y lo hago a propósito de hecho, no quiero a nadie cerca, no sé, no confío en nadie, las personas hasta cierto punto me asustan, todos tienen máscaras, y yo no sé que tan malas sean sus verdaderas caras, la maldad que hay detras de cada quién, por eso, prefiero estar sola, y estoy muy bien con eso.
Fruncí levemente el ceño, confundida.
—Entonces... ¿por qué no intentaste correrme como a los demás?— hice una pausa. —¿¡Soy la elegida acaso!? —chillé emocionada. Pude saber un poco más sobre tí después de dos meses, y aparte ser la única con la que te quedaste... me sentí especial.
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Muñequita
Short StoryNikki puede llegar a ser muy infantil e imprudente, pero está dispuesta a descubrir la verdad tras el suicidio de Christy: una jovencita misteriosa a sus ojos, con la cual pudo formar un vínculo extrañamente único, pero reconfortante. Inocentemente...