Capítulo 5: El conejo y la espada

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Después de una semana en la Orden, Harry había conseguido conocer a todos los exorcistas que vivían en la rama europea. Con algunos de los mayores se llevaba bastante bien, y los trataba con el respeto con el que trataría a uno de sus profesores en Hogwarts. Sin embargo, era con los exorcistas de su edad con los que pasaba más tiempo. Sin embargo, pasaba la mayor parte del tiempo con los exorcistas de su edad.

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Una de las mejores cosas de vivir en la Orden Negra, descubrió Harry, era la presencia de una tal Lenalee Lee.

Puede que no sea nuevo para nadie, pero a Harry Potter no le gustaba estar atrapado en ningún lugar en ningún momento. Y por mucho que se dijera a sí mismo que era necesario y que en algún momento conseguiría volver con los demás, se encontraba luchando con su nueva realidad.

Aquí es donde Lenalee le ayudó de verdad. A menudo lo buscaba para ver cómo estaba durante los primeros días de su estancia en la Orden. Por lo general, traía una taza de té humeante para ambos.

A Harry le reconfortaba su presencia, y le confesó que a veces se sentía inútil y patético por estar atrapado en aquella torre aislada mientras el resto de sus amigos luchaban una guerra por él.

"Harry", empezó ella con tono consolador, "sé que es duro para ti quedarte sentado y, a tus ojos, no hacer nada. Todos hemos pasado por eso. Todos hemos sentido esa clase de inutilidad. Una vez, mi Inocencia fue muy golpeada y no pude activarla. Estaba indefensa. No podía ayudar a mis amigos y sólo tenía que ver cómo les hacían daño mientras me protegían", los ojos de la chica brillaban con lágrimas de frustración, "Fue la experiencia más horrible de mi vida. Mucho peor que cualquier dolor físico que haya tenido que soportar. Y no sólo yo. Allen también perdió la suya, así como Kanda y Lavi. Todos hemos pasado por lo mismo".

En algún momento, Harry había levantado la vista de sus manos cruzadas sobre las rodillas para mirar en la profundidad de los ojos amatistas de la chica. No tenía ni idea de que los demás habían pasado por algo así. Que habían estado tan indefensos.

"Pero está bien sentirse así, Harry. Y por eso necesitas tener amigos en los que puedas confiar y de los que puedas depender para que se ocupen de las cosas mientras tú estás fuera de combate. ¿Confías en tus amigos del Mundo Mágico, Harry?".

Harry se imaginó a Ron y Hermione hablando con los miembros del Ejército de Dumbledore, con una mirada feroz en los ojos mientras hablaban y enseñaban a los demás. Vio al resto de la Orden del Fénix de vuelta en Grimmauld Place y, a pesar de la ausencia de Sirius, los vio a todos reunidos y averiguando información sobre los movimientos de Voldemort para poder planear su próximo ataque. Los vio a todos en el Ministerio aquella noche, hacía ya un mes, donde miembros tanto del Ejército de Dumbledore como de la Orden del Fénix se habían presentado para luchar con él; para luchar por él.

"Les confío mi vida. Y con mi mundo". respondió Harry con seguridad, con una sonrisa dibujada en los labios.

Lenalee sonrió ante su respuesta: "Entonces es hora de dejar que tomen las riendas. Aunque sólo sea por un tiempo, mientras te haces más fuerte. Sigue confiando en tus amigos, y confía en que continuarán la lucha con todas las fuerzas que tienen hasta el día en que puedas volver con ellos."

Harry le dedicó a la chica una sonrisa decidida: "Tienes razón".

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Harry estaba en su habitación, hojeando un libro de hechizos, cuando conoció a Lavi Bookman. El vivaracho adolescente abrió de golpe la puerta de su habitación sin llamar siquiera.

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