25. Contrato Nupcial.

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Renzo pasó una noche espantosa. No fue capaz de pegar un ojo. Se mantuvo jugando con la computadora solo para tener algo que hacer. El peor momento fue cuando entró, por enésima vez al cuarto de Silvana, y ella le dijo:

—Amor, ¿podés grabar algo con mi celu? Es que se me ocurrió que Osvaldo se podría llevar un lindo recuerdo.

Ella estaba en cuatro patas, recibiendo la venosa verga del silencioso portero en toda la concha. Renzo no sabría decir por qué accedió, quizás por ingenuidad. Quería que esa pesadilla se termine lo más rápido posible y supuso que la filmación sería lo último. Tomó el teléfono y comenzó a filmar. Dentro de su pecho ardía un infierno que latía con cada penetración que recibía Silvana. Una tras otra, como un martillo hidráulico taladrando el asfalto. Sintió una fuerte opresión al ver en la pantalla del celular cómo Osvaldo cambiaba de agujero su verga, volviéndose a meterse por el culo. Entró con la misma facilidad que lo haría en un video porno profesional, y eso era exactamente lo que parecía Silvana. Su magnífico cuerpo todo sudado brillaba bajo la luz de la habitación. Ella gemía y gozaba a pleno, pedía más y Osvaldo se lo daba. Silvana también acompañó con el movimiento de sus caderas. Esto fue como un cachetazo a la autoestima de Renzo. Con él nunca se movía de esa manera.

Silvana adoptó varias posiciones, algunas con las tetas apuntando al techo, otras montando a Osvaldo. Solo le dio respiro a su culo y a su concha cuando se la chupó. Y Renzo estaba ahí, junto a la cama, con el celular en mano, grabando como su novia se tragaba el semen de otro hombre.

Pero esto era lo último. Después de este horroroso momento, él y Silvana podrían charlar como adultos. Aún pueden reconstruir la pareja, fortalecer el vínculo y seguir adelante, dejando todo lo malo en el pasado. Borrón y cuenta nueva.

Tuvieron esa charla en la tarde del día siguiente al altercado del ascensor, cuando Silvana se despertó. Ella se dio una ducha, invitó a Renzo a compartirla pero él dijo que no. Aún podía recordar el momento de ira que pasó en ese baño y solo sirvió para que su relación con Silvana se dañara aún más.

Él le habló desde la puerta. Le aseguró que entendía que quizás había sido demasiado estricto y cerrado en su forma de pensar, que a veces es poco atento, que la descuida por ponerse a jugar League of Legends; pero más allá de todo eso, siempre intentó hacer las cosas bien. En cambio ella...

—Fuiste cruel, Silvana.

—Lo sé, y te pido perdón —se puso abundante shampoo en el cabello, para quitar los restos de semen—. Quizás puedas entender lo que me pasa. Vos me descuidás porque no podés soltar ese maldito juego. Es decir: sos adicto. Yo... ya te expliqué, con las fotos... soy adicta al sexo. Y últimamente me cuesta más resistirme. Pero... em... podías ver lo que pasó con Osvaldo como una despedida. Quiero dejar esa vida atrás. No quiero lastimarte más.

—¿Ya no vas a tener sexo con hombres?

—Hoy fue mi último día de "soltera".

—Muy bien. Solo quiero que me prometas que de ahora en adelante vas a ser completamente sincera.

—¿Aunque diga algo que te moleste?

—Sí, prefiero saber exactamente lo que pensás, antes que no saberlo.

—Muy bien. Te prometo que a partir de mañana vas a ver una nueva Silvana.

Fueron a la cama e hicieron el amor. A Silvana le resultó curioso que Renzo se refiriera al acto como "hacer el amor". Ella llevaba tiempo sin hacer eso, porque lo que hizo con Osvaldo, Malik y el resto de sus "machos" no tuvo nada que ver con el amor. Fue sexo. Puro sexo y nada más. Hacerlo con Renzo era diferente. Silvana recordó una frase que dijo su padre cuando se divorció de su madre y consiguió una nueva novia: «Es como participar en una carrera con un Fiat 600 después de competir en la Fórmula 1». Cuando eso ocurrió Silvana tenía unos dieciocho años y aún era algo ingenua (aunque no por mucho tiempo). Pensó que su padre hacía referencia al aspecto físico de su nueva novia que distaba mucho de ser la "hermosa hembra" que era su madre. Pero con el tiempo entendió. A Silvana le dio cierto orgullo (y un poco de pudor) entender que su madre era muy buena en la cama. Sabía cómo moverse. En ese entonces creyó que su padre estaba siendo muy duro con su nueva novia. Y ahora ella estaba en la cama manejando un Fiat 600 minutos después de haber tenido un Fórmula 1 dándole duro por el culo.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora