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Veo la fecha en mi reloj, con el corazón apesadumbrado

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Veo la fecha en mi reloj, con el corazón apesadumbrado. Cuatro semanas me parecieron mucho tiempo, pero al final pasó volando. Intenté con todas mis fuerzas ser el esposo que Bea merece, solo para darme cuenta de que no puedo serlo. Lo mejor que puedo hacer no es suficiente; nunca lo será. No para alguien tan increíble como mi esposa.

―¿Está todo bien?

Miro hacia arriba y encuentro a mi pequeña hada parada en la puerta de nuestra sala de estar, con la mirada llena de preocupación. Ella es tan jodidamente hermosa, y mierda, no hay manera de que pueda ser lo que ella necesita. Ambos lo sabemos.

―Sí ―murmuro, mi corazón duele más con cada latido. Le ofrezco mi mano y ella la toma con una sonrisa.
—Hay algo que quiero mostrarte.

Bea asiente y entrelaza nuestros dedos, me sonríe de esa manera que me encanta y la amargura se despliega en mi estómago. Probablemente eso es lo que más extrañaré: la intimidad entre nosotros. Sus dulces sonrisas, la forma en que se ríe de mis chistes tontos y la forma en que suspira justo antes de que la bese.

Me mata saber que alguien más descubrirá que tiene cosquillas en los pies y que le gusta la miel en el café pero el jengibre en el té. Otro hombre aprenderá que pasar un dedo por su columna la hace temblar y que odia las mañanas pero ama los atardeceres.

Tendrá todo lo que solía ser mío. El largo cabello de mi esposa rozando su rostro por la mañana y sus viejas camisetas universitarias cubriendo su cuerpo. Sus pequeños gemidos cuando todavía no quiere despertarse.

Aprieto su mano con más fuerza mientras la llevo a nuestro garaje, con el pecho vacío. Ella se llevará mi corazón cuando se vaya, y casi desearía no haber sabido nunca lo que es ser suyo, ser amado.

Bea jadea cuando ve el súper deportivo amarillo que pasé construyendo las últimas semanas, con su nombre en pequeñas letras de metal en la parte trasera.

―Le puse tu nombre ―murmuro.
—Funciona totalmente con energía solar, gracias a la generosidad de tu papá. Me dejó aplicar algunas de sus ideas a este automóvil, convirtiéndolo en el primer súper deportivo solar que jamás haya existido. Ha sido probado minuciosamente, pero no es un vehículo comercial.

―Wow ―susurra. Sus ojos brillan con tanto orgullo, y mierda si eso no me hace humilde.
Nadie nunca ha creído en mí como ella, ni me ha
apoyado en silencio y sin cuestionar.
—Esto es increíble, Tae. No puedo creer que le hayas puesto mi nombre.

―¿Cómo podría no hacerlo, cuando es tu
auto? ―Sonrío mientras sostengo la llave, el mango con forma de corazón y las iniciales BJ
escritas en ella, incluso la llave está hecha a medida, pero es el único indicio del apellido Jeon que he puesto en cualquier aspecto del auto.

Ella me mira con incredulidad.

―Estás bromeando.

Sacudo la cabeza y toco suavemente su rostro, con la garganta tensa.

LA PROMETIDA SECRETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora