1

15 0 0
                                    


     Estático, observaba cómo la gente lo atisbaba fijamente con una mirada tétrica, escalofriante, como si estuvieran viendo a través de su alma. No comprendía lo que sucedía a su alrededor. De un momento a otro, el mundo se detuvo. Las caras de los ahí presentes variaban: unos expresaban júbilo, otros reflejaban rabia, pocas estaban tristes; pero siempre manteniendo su mirada. Frente a una multitud de muertos, Lorenzo Baeza no encontraba qué hacer, ni siquiera comprendía por qué lo miraban. Entre tanta dicotomía, sentirse incómodo era la sensación intrínseca que todos sintiésemos: ser el centro de atención no es sencillo.

     Le perturbó tanto el hecho de estar de nuevo en ese momento tan traumatizante para él. Al llegar a su apartamento y abrir la puerta, fue recibido por el caos y desorden de adentro. Dejó las llaves sobre la mesa de la entrada. Por primero vez tras mucho tiempo, observó  con cautela el desastre que había a su alrededor. Un desastre irreparable. Parecía que un tornado pasó por la sala: paredes agrietadas, el piso con ropa descocida, retazos de papel higiénico que desprendían un olor fétido, un cuchillo envuelto en toallas con sangre coagulada, la mesa sucia con restos de comida y sobres extraños sin contenido adentro. Caminó hacia el baño. Al entrar, se percató que había botes de pastillas regados por doquier, la basura sin botar y cuando levantó la mirada, frente al espejo que se hallaba roto, se contempló a sí mismo en este. Tuvo una sensación extraña por dentro, sintió que algo estaba destruido. Era él.

     Al salir del baño, se giró un momento y vio que unas cucarachas se hallaban sobre los restos de comida. Le dio igual. Oyó a la vez por la parte de la nevera un ruido peculiar. Una especie de chillidos que le causaron curiosidad, por lo que decidió acercarse a ver. En el momento que abrió la puerta de la nevera, dos ratas de estatura mediana saltaron hacia el exterior asustando a Lorenzo; pero la presencia de estos roedores le seguía dando igual. No iba al baño tan a menudo puesto que no consumía la suficiente fibra. Asimismo, ingería comida chatarra, lo que ocasionaba que el proceso digestivo no se diera correctamente. Bebía poca agua. Era normal que sufriera problemas de la vejiga. Se llegó a ver los brazos y notó que las cicatrices del cuchillo que usó hace una semana todavía continuaban ahí. La marca de la soga quedó grabada en su memoria como si se tratara de un ancla atascada en el fondo del mar. Es inevitable que sintiera la sensación de asfixia cada vez que se pasaba la mano por el cuello.

     En medio de la sala, se detuvo un momento a pensar sobre la condición tan miserable en la que estaba viviendo. No obstante, el simple acto de pensar era en vano. No le importaba en lo absoluto. Ya nada lo hacía. Intentó prender la bombilla del pasillo que daba a su cuarto y se dio cuenta que esta se había dañado. No tenía ni el dinero ni el tiempo para salir a comprar otra, por lo que tuvo que caminar por la densa y profunda oscuridad que poco a poco lo encubriría hasta que se vuelva parte de ella. Una vez ya estando al frente de la puerta, posó ligeramente su mano sobre la perilla para entrar. Lentamente la fue girando mientras que de él se desprendía esa oscuridad tan relajante y consoladora del pasillo, a la vez que abría la puerta de su cuarto.

     Al abrirla en su totalidad, observó que también todo era un desastre por dentro. Un desastre que él mismo causó. Las paredes sucias y rayadas, el teclado de la computadora lleno de restos de comida, las fotos que tenía enmarcadas estaban patas arriba, había varias jeringuillas vacías y una que otra con algún líquido. Cerró la puerta con el pie al mismo tiempo que dejó su bolso en el suelo. Se acercó hacia la cortina y, de una manera brusca la abrió para que entrara algo de luz. Pero el sol, tan refulgente y brillante, lanzó un gran destello que le impactaría directamente haciendo que este arrugue y gire su cara. Finalmente, se tiró sobre la cama boca arriba con cada una de sus extremidades extendidas por el colchón. Fijó sus ojos al techo vislumbrando una frase que tenía escrita en grande:

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 21 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ESCAPEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora