[ XXXI ]

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Me quedé de piedra a escasos pasos de una de las habitaciones que tenía la puerta entreabierta. La hora de estudio predilecta en todo Bertholdt me había conducido, tras comer, a la biblioteca, en busca de un nuevo libro. Pero mis piernas se detuvieron justo a tiempo para escuchar una conversación que me revolvió las entrañas.

—¿No les parece extraño que Michael, Elliot y Charles se la pasen juntos? —Era la voz de uno de mis compañeros de Química, de eso no cabía duda, pero había olvidado su nombre.

—Sí, de un tiempo para acá parecen mejores amigos, eso es extraño —le siguió otro.

La tercera voz fue la que me hizo recargarme en la pared.

—Parecen pareja —comentó Joe.

A los dos chicos que estaban con él les pareció de mal gusto lo que dijo, enseguida demostraron su asco dando arcadas falsas o insultándolo por dejarles tan asquerosa imagen en sus mentes. Sin embargo, la idea quedó flotando en el aire y pareció colarse muy hondo en sus pensamientos, pues no terminaron ahí.

—Elliot y Charles comparten habitación, no les sería muy difícil... ya saben —dijo uno.

—¿Te imaginas que sea cierto? —Otro tenía un tono decepcionado—. Con lo popular que es Elliot entre las chicas, que desperdicio.

—O a lo mejor solo se divierte un rato mientras está aquí. —Joe debió notar el desconcierto de sus amigos, porque se apresuró a decir—: Como en la cárcel. —Pero su voz se había convertido en apenas un murmullo.

—No puedo imaginar que nadie llegue a tales extremos.

—Es que eso es ser un puto desviado de mierda, de verdad.

Recuerdo con extrema facilidad el frío glacial que recorrió mi cuerpo entero. Me vi de pronto muy débil, sin escapatoria, a la deriva de todas esas personas de repente demasiado extrañas para mi gusto. La falta de aire fue un regalo en esos momentos, pues no emití ni un solo ruido.

—Si llegas a salir con esas cosas te disparo, amigo. —No se lo decían a Joe, de hecho, su mutismo me preocupaba, ¿y si pensaba joderme la existencia con esta nueva idea?

Una parte de mí negó rápidamente.

Pueden meterse conmigo, incluso un poco con Michael, pero jamás intentarían ir contra Elliot, sería demasiado peligroso para ellos.

Aunque los rumores pocas veces tenían un dueño al cual adjudicar la culpa. Era una práctica de cobardes. Y, por desgracia, aquella afrenta podía poner en peligro la reputación de Elliot.

Eché a correr de inmediato hacia mi habitación. Abrí la puerta de golpe y así mismo la cerré, sentándome en el suelo y siendo un estorbo para quien quisiera entrar.

Mis dedos encontraron mi cabello y no le dieron tregua al jalarlos en todas direcciones, como si de algún modo eso pudiera frenar la dirección en la que mis pensamientos estaban yendo. Demasiado rápido se agalopaban uno tras otro sin darme tregua a darles una solución.

Las manos me comenzaron a hormiguear.

Sentía los latidos del corazón resonando.

¿Cómo podía parar todo?

Deseaba quedarme encerrado para siempre en esa habitación, no tener que enfrentar las consecuencias de los rumores. Ahí estaba a salvo.

Pero, ¿cómo habíamos sido tan descuidados? Nadie nos había visto hacer nada inadecuado, tampoco entrar a hurtadillas a la habitación del otro. ¿Qué falló?

Hasta los Dioses se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora