Capítulo 15: "La maldición de Harrenhal."

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Los vientos del cambio soplaron sobre Harrenhal esa mañana, llevando consigo el rumor del vuelo majestuoso de Vhagar y Caraxes sobre las torres del castillo. Aemond observaba desde lo alto de una colina cercana, sintiendo la emoción y el peso de lo que estaba por venir. A su lado, su tio Daemon se mantenia sereno, con los ojos fijos en la fortaleza imponente que se alzaba ante ellos.

Ser Simon Strong, el castellano de Harrenhal, había recibido la noticia de su llegada con mezcla de incredulidad y temor. Desde las alturas, los dos dragones descendían majestuosamente sobre la fortaleza. La mirada intensa de Vhagar y la gracia mortal de Caraxes parecían augurar un destino inevitable para aquellos que se enfrentaran a la voluntad de Rhaenyra Targaryen.

El anciano caballero se detuvo frente a Daemon, su expresión una mezcla de determinación y respeto tenso.

—Príncipe Daemon, principe Aemond.—comenzó, su voz firme pero medida.—Su llegada es inesperada, pero comprendo la intención.

Desde su posición privilegiada, Aemond podía ver cómo los hombres de Harrenhal se alineaban en el patio, sus armas reflejando débilmente la luz del sol matutino. Los estandartes de los Ríos ondeaban con timidez mientras Ser Simon Strong, con la dignidad de un hombre que había luchado bajo la bandera de su señor, se acercaba lentamente hacia ellos.

—Ser Simon Strong, parece ser que su señor sirve al lado equivocado, pero...—respondió Daemon con voz grave y penetrante.—hará bien en recordar que los dragones no distinguen entre amigos y enemigos. La decisión de ceder Harrenhal será la diferencia entre la paz y la destrucción.

—Harrenhal no se derramará en sangre esta vez.—Con gesto de resignación y respeto, Ser Simon hizo una inclinación, su armadura brillando bajo los ojos atentos de los dragones.

—Pueden llevar este mensaje a la reina. Harrenhal será su bastión en el corazón de los ríos.

—Así que hincaran la rodilla ante su legítima reina. Sabio y prudente, Ser.—satisfecho respondió Daemon—Nos evitaremos la molestia de un asalto innecesario.

La repentina y pacífica caída de la sede de Harren el Negro se recibió como una gran victoria por la reina Rhaenyra. La noticia de la conquista se extendió rápidamente por los Siete Reinos, avivando las llamas de la rebelión en nombre de Rhaenyra.

Cuando el príncipe Daemon convocó a sus partidarios, la región entera se alzó en respuesta. Cientos, y luego miles, acudieron a Harrenhal para jurar lealtad a la reina y su consorte.

Durante días, el castillo fue testigo de un flujo constante de hombres y mujeres dispuestos a luchar por su causa.

Para Aemond, recibir tanta atención y adulación era un cambio abrupto y, en muchos sentidos, incómodo. Acostumbrado a la sombra de su hermano y a la crítica constante, la reverencia y la admiración de los recién llegados lo sorprendieron.

Aemond imponía respeto, tal vez no con la misma intensidad que su tío Daemon, pero notaba cómo las miradas de los demás se volvían hacia él cuando entraba en una sala. Sus decisiones, sus palabras, incluso sus silencios, eran observados y analizados por todos. Daemon, reconociendo su potencial, lo incluyó en su consejo de guerra. Este gesto no pasó desapercibido para Aemond; era un reconocimiento de su valía y un peso adicional sobre sus hombros.

La aprobación y la expectativa de aquellos que lo rodeaban alimentaban su determinación, pero también amplificaban sus inseguridades.

¿Estaría a la altura de las expectativas? ¿Podría realmente ser el líder que su causa necesitaba?

Estas preguntas lo perseguían en cada reunión estratégica, en cada entrenamiento, en cada conversación. A pesar de las palabras de aliento y las miradas admirativas, Aemond no podía evitar sentir un vacío constante. Extrañaba a Lucerys con una intensidad que lo asfixiaba.

"Pinky promise kisses"|LucemondDonde viven las historias. Descúbrelo ahora