Nota: Escrito después de ver (y llorar a mares) el primer capítulo de la segunda temporada.
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—¿Muña, kepa?
—Mamá... mamá está... está en un lugar mejor —dijo Jacaerys, cargando y acomodando a su hijo entre sus brazos.
—¿Y mi hermanito? ¿Está con muña?
—Si, hijo mío. Ellos están juntos y son felices.
—¿Por qué no vamos con ellos? Extraño a mami —refunfuñó la vocecita.
—A donde ellos fueron nosotros todavía no podemos ir —confesó Jacaerys con dolor, mirando como la pira funeraria se consumía juntos con los restos de su esposo e hijo.
Jacaerys veía como las llamas lamían el cuerpo de su Aegon, de su omega. Aquel hermoso y travieso príncipe que había cambiado sus escapadas a los barrios más peligrosos de la ciudad y sus engreimientos cuando Jacaerys lo desposó, queriendo ser el consorte y compañero perfecto, aunque a ojos de Jacaerys siempre lo había sido, incluso antes de casados.
Pero aun así, sin siquiera darse cuenta, Jacaerys había presionado a Aegon con el tema de los herederos, recordándole constantemente lo importante que era que tuvieran la mayor cantidad de hijos posibles, por la estabilidad del reino.
Aegon, había estado de acuerdo y por eso había dejado de tomar té de luna, concibiendo a Aerys casi de inmediato. Y nueve lunas después, la feliz pareja había dado la bienvenida al mundo a su pequeño príncipe, idéntico a Jacaerys salvo por su sonrisa que era la de su amado omega.
Sin embargo, por más que lo intentaron, pasaron los años y Aegon no volvió a traer al mundo a otro niño vivo, sufriendo varios abortos durante sus primeros meses de gestación, ambos sufriendo con las sucesivas pérdidas, aferrándose el uno al otro para sobrellevarlas lo mejor posible, contentándose con el hijo hermoso y sano que tenían.
Mas la vida continuaba y el Consejo Privado y el reino entero pedían más herederos, alzando sus voces de protesta cada vez con más insistencia, hastáa que el mismo Jacaerys expresó sus deseos de intentarlo una vez más, con Aegon pidiéndole tiempo, sintiendo que su cuerpo aún no estaba listo y su corazón se inquietaba por alguna razón que no lograba describir. De todas formas, al final el rubio se dejó convencer por su epsoso, dejando de lado una vez más el té de luna y compartiendo la cama de Jacaerys con gran frecuencia, ambos recuperando el tiempo que habían estado separados por la convalecencia del omega.
Todos en el reino se alegraron cuando dos lunás más tarde se anunció un nuevo embarazo del consorte, siendo Jacaerys el más emocionado. Pero para Aegon aquel embarazo poco a poco pasó de la máxima felicidad a una pesadilla de la que parecía no poder despertar.
Conforme pasaban los meses, el terror lo invadía más y más, sintiendo que aunque no sufría de náuseas ni dolores, algo estaba mal con ese embarazo, intentando inútilmente que su esposo comprendiera sus temores. Pero cada vez que tocaban el tema, Jacaerys hacía todo lo posible por tranquilizarlo y distraerlo, contándole todo lo que harían cuando su hijo llegara y aumentara la familia, planeando torneos y festines para celebrar su nacimiento y que Aerys por fin tendría un hermanito.
El único que parecía comprenderlo en verdad era Lucerys, quien por encontrarse esperando a su primer cachorro también sentía pavor por el lecho de parto, pero por fortuna tenía a su lado a su abuela y a una de sus hermanas para calmarlo, ambas con hijos que habían traído al mundo sin problema. Entonces el Velaryon, buscando calmar a su tío y cuñado, le obsequió aquel caballito de madera que su padre tallara para él con mucho amor cuando era solo un bebé, confesándole que aquel objeto le daba fuerzas cada vez que sentía que el miedo amenazaba con embargarlo, esperanzado de que lograra lo mismo con él. Aegon lo tomó con delicadeza entre sus manos, agradeciendo al esposo de su hermano por su hermoso gesto, prometiendo devolvérselo cuando hubiera nacido su criatura.
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Cíclico
FanfictionEl Rey Jacaerys I y su consorte, el Príncipe Aegon, llevan varios años casados y felices al lado del hijo que el omega le dio a su rey. Pero el reino es exigente y pide incesantemente otro niño que asegure la sucesión. La historia de un niño que par...