Grace Zaharie.
La vida que imaginaba después de mi primera quincena era un lienzo en blanco, no un campo minado de complicaciones y pérdidas.
Mi madre, Janeth, era un faro de elegancia y rectitud. Su belleza se reflejaba en cada detalle, desde su impecable vestimenta hasta su cabello siempre perfecto. Un espíritu indomable, una mente aguda y un corazón que luchaba por la justicia, herencia de su profesión de abogada. Jamás se había acercado a una copa de cerveza, su aroma era un halo de perfumes finos, un toque dulce que la envolvía. Pero el destino, cruel e impredecible, arrebató a mi padre, Vicent, y con él, se desvaneció la luz que iluminaba su mundo.—¡Grace! ¡Querida!— escuchaba algunos leves toques en la puerta de mi habitación los cuales me despojaron de mis sueños.
Abrí mis ojos y me dirigí a la puerta, al abrirla, encontré a mi madre sonriéndome de una manera nunca antes vista.
—¿Qué ocurre, madre?— pregunté, frotando mis ojos para poder ver con más claridad.
—Finalmente tengo otro cliente— dijo con una sonrisa, pero esta a penas duró 5 segundos— Es una persona que causó problemas, pero creo que puedo defenderlo...aunque tardaría más de un mes en encontrar los testigos y evidencias— dijo con seriedad.
—No puedo creerlo— musité, sobando mi cabello con mis manos.
—Tenemos que mudarnos fuera de la ciudad, durante un mes o dos...nuevamente— dijo mi madre, mirando fijamente mis ojos.
—No queda de otra, después de todo no tengo amistades— dije rodando mis ojos.
Mi madre acomoda un mechón de cabello tras mi oreja y me sonríe débilmente— Tal vez consigues unos amigos allí...ya que tengo que transferirte a la universidad de dicha ciudad— dijo rascando su nuca.
—Genial— opiné de mala gana cerrando la puerta, dejando a mi madre fuera de la habitación.
—¡No olvides empacar tus cosas, nos vamos esta tarde!— dijo al otro lado de la puerta y escuché sus pasos, cómo ella se alejaba.
Gruñí levemente y me senté en la cama, agarrando mi vaso de agua y mis pastillas que estaban sobre la mesa de noche. Miraba fijamente las pastillas, odiando cada segundo que transcurría, imaginando cómo sería no tomar medicamentos desde pequeña. Acerqué mi mano a mis labios, dejando caer las pastillas en mi cavidad bucal, acto seguido le di un sorbo a mi agua para que las medicinas fluyeran con más rapidez.
Me tumbé sobre la cama y comencé a reflexionar, tal vez en esa ciudad podría tener una mejor vida allí.
¿Todo sería más fácil?
¿O estaría viviendo en el mismo infierno?
(...)
Más tarde, me encontraba sentada en el auto junto con mis bolsas, mi madre conducía.
El silencio era incómodo, pero ambas nos negábamos a decir una sola palabra, conocíamos nuestras personalidades y de lo que somos capaces; en el auto no debemos hablar, no queremos entablar una discusión, una pelea o un accidente. Sin embargo, se encendió una chispa en mi interior, una señal de...¿esperanza?
Observé el camino a través de la ventana y miré a mi madre.—¿No es bonito el campo de flores de por allá?— le pregunté, señalando hacia dicho lugar.
—¿Qué?... Ah, sí, lo es— dijo con algo de desinterés mientras conducía.
Sin decir una palabra volteé mi mirada hacia el campo de flores, intentando calmar mi ira con la gran vista que la naturaleza me proporcionaba. Finalmente, nos detuvimos frente a una casa después de media hora. Me dolían las piernas debido a la escasez de movimiento.
Mi madre y yo bajamos las cosas del auto; imaginaba el interior de la casa, cómodo y cálido, de vivaces colores, un lugar nuevo.
Sin embargo, en cuanto abrimos la puerta, un mal olor provenía de allí, supongo que era un ratón muerto el que ocasiona dicho olor; habían un montón de telarañas por todas partes, las paredes rasgadas y el suelo tenía hoyos en algunas zonas.—Nada puede salir peor— sonreí con sarcasmo mientras contenía la respiración, llevando las maletas y bolsas a la sala de estar.
—Silencio, Grace— dijo mi madre— Supongo que hay que hacer una limpieza profunda antes de desempacar.
—¡Madre, nos tomará horas!— dije frustrada— En cuanto terminemos, sería la hora de cenar— añadí.
—Supongo que encargaremos una pizza en cuanto terminemos— dijo indiferente, pero de igual manera accedí.
Después de horas desinfectando y limpiando la casa, era hora de tomarnos un descanso. Finalmente quedó como nueva, o un poco. Las paredes necesitaban pintura y el suelo algo de mantenimiento, pero no había nada que no se pudiera arreglar. Salimos y fuimos a la pizzería más cercana para encargar nuestra comida y más tarde, regresamos a casa con nuestros estómagos llenos.
—Hace tiempo no pasábamos tiempo juntas— comentó mi madre.
La miré con emoción— Tienes razón, no fue tan mal—dije con una pequeña sonrisa.
—Bueno, hora de desempacar— dijo mi madre acariciando mi cabello y se acercó a las maletas para hacer lo comentado.
Tal vez, en la cueva más profunda...
un destello se encuentre al final de esta, brilla tanto,
mucho más que una antorcha; sin dudas, ese destello
es la salida de todos los problemas, solo
hay que correr hacia él con esperanzas...Llegó la hora de descansar, mañana sería un largo día, nueva casa, nueva escuela, nuevos...¿amigos?. Es hora de cambiar la página del libro de mi vida, comenzar a relatar nuevos sucesos y nuevas experiencias. Desearía que mi padre estuviera aquí para ser la alegría de nuestro nuevo hogar.
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Los lazos del ocaso (Eren x Oc)
Romance"Encontré la luz al final del abismo, más allá del precipicio. Adiós a las cadenas que me aprisionaban, a las enfermedades que me agobiaban. La libertad, al fin, me espera. Pero no pude despedirme de ti, mi amado, en este último viaje". Escritora: @...