Capítulo 7

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He mirado en cada cajón de la cómoda que tengo en mi habitación y en ninguno está la plancha para el pelo.

La necesito, tengo que salir y llevar el pelo bien liso se agradecerá.

Echo un par de vistazos más por mi habitación, ordeno todo lo que he desordenado y me dirijo al baño. Abro las puertas, me hinco de rodillas delante de los cajones del lavamanos y ahí la encuentro.

Antes de salir, escucho una risa. No es la risa a la que Mingi me tiene acostumbrado.

Bueno, decir «acostumbrado» es decir la misma que escucho habitualmente. No es esa. No es la suya.

Es la risa de otro chico.

Miro la hora y me doy cuenta de que aún son las seis y media. Permanezco allí plantado, escuchando hasta que la puerta de su baño se abre y el volumen de las risas se intensifica, y el número también. Ya no solo es una, ahora son dos.

—Para ya, sabes que no lo aguanto —dice una voz, doy por hecho que la misma que se estaba riendo.

—Sí, definitivamente echaba de menos oír tus quejas. —Ese es Mingi.

Mis ojos se abren como platos y me quedo congelado mirando mi reflejo en el espejo.

Creo que debería irme.

El otro chico se ríe todavía más fuerte. Sé que está muy mal escuchar conversaciones ajenas a hurtadillas, pero me pica la curiosidad.

—Oh, ¡Mingi! —chilla el chico, sin que me lo esperara.

Su grito, aunque juguetón, ha hecho que yo pegara tal respingo que incluso la plancha del pelo se resbala de las manos.

Posiblemente ellos hayan oído el golpe que ha hecho al caer contra el suelo, pero no espero confirmarlo y salgo a toda prisa del baño.

Moraleja: no hay que sostener nada mientras escuchas conversaciones ajenas a hurtadillas.

¡No, no, eso no!

Definitivamente, no hay que escuchar conversaciones ajenas a hurtadillas.

Eso es.





















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El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora