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cuatro y media de la mañana.

hyunjin no despega su vista del cuerpo de felix, quien sigue al ritmo de la música, moviendo sus caderas y su cuerpo con mucha seguridad gracias al licor en su sistema. unos chicos se le acercan por detrás, pero sus lindos ojos se mantienen cerrados, y de vez en cuando los abre solo un poco para hacer contacto visual con el coreano.

y mierda, sí que sabía moverse, se veía jodidamente sexy de cualquier forma.

hyunjin rechina los dientes, tomando un vaso cualquiera de por ahí y tragando su contenido.

se da la vuelta, no sin antes hacer un último contacto visual con el australiano, y se adentra a la casa.

lee decide seguirlo porque ya es tiempo de su tercer desliz. no sentía vergüenza de admitirlo, pasó toda la noche imaginando el momento que tendría con hyunjin a solas, porque en serio esperaba que pasara.

lo buscó en la cocina, en el baño y en el comedor, e iba a bufar de frustración, mas cuando volteó para salir nuevamente al patio, lo vio de espaldas subiendo las escaleras. se preguntó qué tan imprudente sería meterse a lugares externos en una casa ajena, pues mágicamente la gente respetó una de las pocas reglas que exigió jisung a los borrachos de esa fiesta, que era: no subir al segundo piso.

da igual, tampoco es que sea un completo extraño, se dijo a sí mismo, dirigiéndose a las escaleras.

fue con cuidado, silencioso, ya que tampoco sabía cómo iba a reaccionar el mayor. escuchó una puerta al final del pasillo cerrarse y supo de inmediato dónde debía ir.

con la manija en la mano, respiró hondo antes de abrirla, encontrándose con un hyunjin hojeando unos cuadernos sobre su escritorio.

—¿pero qué diablos crees que estás haciendo?—hyunjin le gruñó airado en cuanto lo sintió entrar.

de nuevo, felix en lugares de su plácido hogar en donde no debería estar.

—que linda pieza tienes, hwang—lo ignoró, observando los muebles blancos que rodeaban la cama del chico. parecía de revista, una revista minimalista que sin duda le encantaría a su madre.

—¡fuera, felix!

odiaba el hecho de que un hermoso chico estuviera en su cuarto y se sintiera algo nervioso.

felix negó lento, egocéntrico, elevando la cabeza. lo miraba con burla, casi en menos, como si pudiera reconocer lo asustado que se sentía hyunjin por estar a solas. y el mayor lo supo, sabía que felix le estaba ganando en esa oportunidad y le enfermó, su orgullo hirvió y la rabia le inundó su sistema.

—¡fuera te dije!—lo empujó desde los hombros, no queriendo verse débil o perdedor.

—¡ay, pero no seas tan bruto!—reclamó, frunciendo en ceño. se quedó firme en su lugar, cerca suyo, rehusándose a salir de ahí. quizás debía cambiar la táctica, quizás esta vez el odio de por medio no era la respuesta—. mira, quiero ser honesto, y por eso mismo... ¿podríamos...?—no supo porqué, pero bajó la cabeza avergonzada. hyunjin lo observó confuso, esperando que siguiera.— ¿podrías dejar de pelear por un segundo?—la imagen de un angel de mejillas coloradas lo golpeó con brusquedad, dejándolo algo mareado—. me odias, te odio, pero —volvió al contacto visual, el cual hizo a hyunjin pasar saliva—, ¿podrías esta vez darme un beso?

en cierto modo felix tenía miedo de ser rechazado, de que hyunjin lo mirara con asco y la sacara a patadas de su habitación, pues sus encuentros siempre pasaban segundos luego de haberse tratado como la mierda y tal vez aquella estrategia más suave lo dejaría en vergüenza.

heterocurioso (al peo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora