Me desperté en un sitio oscuro y húmedo. Una pequeña luz entraba por la ventana con rejas en lo más alto de la pared. No sabía qué me habían dado ni dónde estaba. Miré mi ropa rápidamente y me calmé al ver que seguía con la misma ropa de anoche. Intenté recordar cómo había llegado allí, pero todo era confuso, fragmentos borrosos de conversaciones y caras desconocidas.
NABIL
Cuando vi a Nadia irse en ese ascensor supe que la había perdido. Volví donde Sara para hablar las cosas y la arrastré hasta un lugar donde nadie nos viese, ya que no quería montar un espectáculo.
—Mañana te llegarán las hojas del divorcio otra vez, y si esta vez no las firmas iremos al juez porque ya estoy harto de tus mierdas —dije, tratando de mantener la calma.
—Soy la única que te queda, esa zorra te acaba de dejar delante de todos.
—La zorra aquí eres tú que apareces aquí llamándome cariño. No eres nada ni nadie para mí, métetelo ya en la puta cabeza.
—Si no lo soy, ¿por qué estás aquí hablando conmigo y no siguiendo como un perro a tu zorrita? —respondió Sara, tratando de mantener la compostura.
De repente, Safia, la esposa de mi amigo y con quien Nadia había estado hablando hoy, apareció a mi lado y le pegó un guantazo en la cara a Sara.
—Me das asco, Sara. Vete a casa o esto va a tu padre —dijo Safia con voz firme.
—¿Qué? —pregunté, confundido.
—Es mi prima, por desgracia.
—Adiós —dijo finalmente Sara, con los ojos llorosos.
Me alejé rápidamente hacia el ascensor para ir a buscar a Nadia. Al bajar, busqué por las calles alrededor del edificio, pero no estaba. Pensé que había cogido un taxi, pero no había nada, solo silencio. Empecé a temblar. Si le había pasado algo, no me lo perdonaría nunca. Mientras caminaba, un coche negro se detuvo delante de mí.
—Buenas noches, creo que eres tú el que ha pedido el Uber ya que me trae a esta dirección —dijo el conductor.
En ese momento, me temí lo peor. Nadia había llamado a un Uber y no estaba por ninguna parte.
—¿Perdona?
—Esta es la ubicación y eres la única persona que está aquí —dijo el conductor.
—¿A qué nombre está la ubicación? —pregunté.
—Nadia Ben.
—Joder, joder, joder —empecé a gritar.
Saqué mi móvil para llamarla y al primer pitido oí cómo sonaba un móvil detrás de un banco. Miré y era el de Nadia. Algo le había pasado, y era por mi culpa. Me repetía eso constantemente en mi cabeza.
—¿Llamo a la policía? —me preguntó el conductor.
—Siga con su trabajo, yo me ocupo —le dije con respeto.
Cuando el coche se fue, llamé a la policía y mientras esperaba, me estaba volviendo loco. Nunca lloraba, pero imaginar que algo le había pasado por mi culpa me mataba.
—¿Dónde está? —dijo la voz de mi amigo Moad.
—No sé, Moad, no sé. Aquí está su móvil —dije, girándome hacia él.
—Llama a la policía. ¿Crees que esto tiene algo que ver con tu padre?
—¿Y si solo ha dejado el móvil para que nadie la moleste o se le ha caído? —dijo Safia, que estaba junto a Moad.
—Ella no haría eso, y sé que no iría a casa, iria a la de alguien , pero sin su móvil no podría —dije mintiendo, pasándome las manos por el pelo.
Yo sabía que ella no iria a casa de nadie, no tiene a nadie gracias ami, y eso ni yo mismo me lo perdonare nunca.
Vi luces rojas y azules acercándose. Cuando llegó la policía, les expliqué todo.
—Acompáñenos a comisaría para dar una orden de búsqueda —dijo el policía.
Me despedí de Safia y Moad, que querían acompañarme, pero me negué. Ellos tenían que descansar. Fui con la policía, les di fotos, ubicaciones y todo lo necesario para que buscaran a Nadia, mi Nadia.
—Ya se puede ir a casa —dijo el policía.
No podía hacer nada y eso me comía por dentro. Cogí el coche y empecé a dar vueltas por todas las calles, no podía dejar de pensar en lo que me dijo antes de bajar por el ascensor.
Alfinal llame a mi madre y a su familia para explicarles, y intentar sacarme de la cabeza sus palabras.
Su familia ni me contestó y otro pinchazo me recorrió el corazón.
Era mi culpa, todo esto.
Mi madre me dijo que la fuera a recoger para que estuviera conmigo. Ella sabía que Nadia era lo que más quería. Sin ella, no sería yo, sin ella no podía vivir.
Fuimos a casa mi madre y yo. No pude dormir en toda la noche, cada vez que cerraba los ojos estaba ella delante mío llorando.
Si le hacían algo, yo mismo los mataría.
A la mañana siguiente, comencé a buscar en todas las calles otra vez. Sabía que no habían salido del país, ya que los hubiesen pillado. Tenían que estar cerca y yo los encontrare .
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Fiha kher
RomanceNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...