NADIA
Me levanté para ver dónde estaba, pero al hacerlo comencé a vomitar. Alguien debió escucharme, ya que entró un hombre. Era alto y estaba en forma, pero tenía la cara tapada.
—¿Quién eres? —dije, dejando de vomitar.
—Estás aquí y eso preguntas.
—¿Y que quieres que pregunte? —dije , de mala gana.
—Sigues igual que la última vez —dijo, arrojándome unos papeles y una manta.
—¿No me vas a dejar aquí, no?
—No es mi problema —dijo, saliendo.
¿Cómo que sigo igual que la última vez? Su voz me sonaba y la forma en que lo dijo también. Creo que es el primo de Nabil, o eso me había dicho. Pero, ¿por qué él me secuestraría?
Estaba sola, me habían engañado, me dolía todo, pero no iba a llorar. Ayer ya había llorado mucho y mira dónde he acabado, así que iba a intentar salir de aquí, me dije a mí misma.
Ya había pasado una hora desde que el primo de Nabil se había ido, así que comencé a tocar la puerta para ver si había alguien. Estuve 10 minutos tocándola hasta que me abrió otra vez su primo.
—¿Qué quieres? —preguntó con desinterés.
—Ir al baño.
—Muévete.
—¿Por qué haces esto si ni me conoces? —pregunté.
—No tiene que ver contigo, así que deja de joder.
—Sí tiene que ver, porque yo soy la que está en una habitación asquerosa y sin nada —dije, enfadada.
—¿Te secuestran y te estás quejando de la habitación?
—Haber sido un poco más considerado no estaría mal —le dije.
—Yo no he hecho todo esto, yo solo hago lo que me dicen.
—¿Y quién es?
—Alguien muy cercano a tu marido.
Al escuchar esas palabras, solo me dieron más ganas de vomitar. Corrí lo poco que quedaba para llegar al baño y eché todo lo que me quedaba. Al fijarme, estábamos en un garaje en el cual no había ni un solo coche. En todo lo que había visto, solo estaba la pequeña ventana en la oscura habitación.
Salí y me cogió del brazo.
—¿Qué haces?
—Ni intentes escapar.
—No hay ni una sola ventana, ¿por dónde escapo? ¿Por la pared? —pregunté con ironía.
—¿Estás muy tranquila, no?
—¿Qué más te da cómo esté?
—Es que si fuera otra persona estaría ahora mismo muerto del miedo, pero tú estás aquí vacilando como si nada.
—Porque tampoco tenía dónde ir, así que me habéis hecho un favor —dije, sonriéndole solo para joderlo.
Las palabras me quemaron por dentro, pero el la verdad.
Y no iba a dejar que creyeran que tenía miedo. A ver, que sí lo tenía, pero él no lo tenía que saber.
Se quedó callado así que volví a hablar.
—Dile a tu querido jefe que venga él mismo a hablar conmigo y que no esté mandando a un niñato todo el rato.
—Qué carácter , ya entiendo por qué le has gustado a Nabil.—Dijo sonriendo.
Pase del comentario, ya que si respondía iba a llorar y pasó.
—¿Y una cosa, me haces un favor?
—¿Por qué tendría que hacerlo con todo lo que me acabas de soltar?
—No sé, yo te lo digo. Si quieres hacerlo, hazlo y si no, pues muy bien—dije, ya cansada.
—Tráeme algo donde rezar y, si puedes, el Corán.
Al día siguiente, volvió con lo que le pedí y con un plato de no sé qué. Ni lo probé. Después de eso, solo venía para traerme un plato con comida y agua. Cada día que pasaba ahí dentro era peor que el otro. Cada mañana lloraba en silencio, por mi familia, por Nabil, por lo que me estaba pasando. Pero tenía a Allah. Cada mañana pedía por favor ir al baño a hacer el wudu para rezar y poder leer el Corán. Era lo único que me mantenía firme en esos momentos.
...
Ya habían pasado dos semanas. Tuve que comer un poco cada día, ya que si no me moriría de hambre. "El jefe" no lo había visto ni un solo día.
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Fiha kher
RomansNadia, de dieciocho años, es obligada a casarse con Nabil, un mafioso rodeado de secretos. Atrapada en una red de intrigas y deudas, debe enfrentarse a figuras del oscuro pasado de Nabil. ¿Podrá encontrar el valor para decidir su propio destino? ...