Capítulo N° 17

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Luego de pensarlo mucho, y empujado por mamá, comencé a trabajar en Red King para Michael Lefebvre. A pesar de que él quería que estuviera como ayudante de cocina para aprender más, opté por ser camarero. La idea de observar de cerca al Maître y seguir sus órdenes me sería mucho más útil, al menos a mi parecer.

Llevaba ya dos semanas en Red King, acababa de cobrar mi primer sueldo, sin contar las propinas que me daban a diario. Y cuando Michael me dijo que ganaría más dinero que nunca… definitivamente no estaba exagerando. Jamás en mi vida había visto tanto dinero, y junto con las propinas era un valor imposible. Junto a lo que ganaba mamá, ahora en limpio, y lo mío podíamos llevar una vida de ensueños.

Aunque quería gastar y comprarle regalos traté de ser precavido, compré comida y algunas frutas, guardé el resto muy bien para utilizar solo en emergencias. Podía vivir con la cantidad de dinero usual, guardaría el resto.

Trabajaba de lunes a viernes y solo seis horas, por lo que me quedaba bastante tiempo libre. Era tan distinto al ambiente laboral de ese restaurante horrendo donde trabajé. Acá todos eran amables, y pese a las exigencias del chef o el Maître, no había maltrato alguno. Solo exigencia de calidad, lo cual era entendible considerando el nivel de un restaurante de élite como era Red King.

Comencé a preparar la cena para que estuviera lista cuando mamá regresara agotada del trabajo. Y mientras cortaba zanahorias no pude evitar ver ese anaranjado y pensar en el cabello de Christine. Me detuve por un momento y dejé ir un largo suspiro. Me había tomado estas dos semanas para pensar, para estar seguro de que en verdad estaba enamorado de Christine. Cada pensamiento me llevaba a ella, cada momento, incluso esa estúpida zanahoria.

No había dudas. Estaba loco por Chrissy, y tenía tanto sentido. Tanto pero tanto sentido que cayera rendido a sus pies. Fue la primer persona fuera de mi familia que pensó que no era tonto mi amor por el té, y me ha oído y apoyado en todo siempre. Aún cuando yo le caía mal al principio me ayudó con lo de Becky.

Chrissy era como las flores de primavera, como la calidez del verano que te acaricia el rostro, pero no como la luna. Ya quisiera la luna verse tan perfecta como ella.

Me había tomado esos días para pensar, para que mi mente y mi corazón se pusieran de acuerdo. Christine me gustaba, y no solo me gustaba sino que era la mujer que deseaba en mi vida y la que veía en mi futuro. La única que veía a futuro. Sin embargo… ¿Qué podía ofrecerle alguien como yo? Pronto se recibiría de ingeniera en nanotecnología, era independiente y fuerte, además de una de las herederas de la gran cadena de restaurantes de su madre. Sin hablar de que probablemente Robert también tendría lo suyo.

¿Qué podía ofrecerle? Christine era cinco años mayor que yo. Estudiosa, inteligente, atlética, divertida y yo… yo era una roca. Una simple y sencilla roca del color gris más común de todos. Una roca del montón en medio de cientos de rocas más. No era muy inteligente, ni muy habilidoso, y aunque por supuesto sé de mi belleza no tenía comparación con la suya. Yo no podía ofrecerle nada, absolutamente nada.

Era más probable que le arruinara la vida a que le diera algo de felicidad.

Esos pensamientos me entristecían demasiado, sin hablar de la culpa en mi pecho que me carcomía como un ave de rapiña. Sentía los picotazos de los cuervos en mi corazón cada vez que recordaba que Eric estaba enamorado de ella, que obviamente se enamoró de ella. Y más picotazos sentía de saber que yo era tan pero tan hijo de puta que me había enamorado de la mujer que a él le gustaba.

Mis pensamientos de mierda fueron interrumpidos cuando mamá entró en casa. Limpié rápidamente mis lágrimas para no hacer el ridículo y dirigí la mirada hacia ella, que estaba agotada.

Pequeños sorbos de téDonde viven las historias. Descúbrelo ahora